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JUSTIFICADA Y COMPRENSIBLE LA molestia de los uribistas cuando los críticos del patriarcal presidente lo comparan con Hitler, que no fue otra cosa que un asesino despiadado, un aniquilador profesional de inocentes.
Alfredo Rangel, el último columnista uribista que le queda a Semana (en esta esquina, Rangel, y, en esta otra, Coronell, Samper, Duzán, Caballero y Vladdo), terminó mordiendo el anzuelo de las lenguas ponzoñosas e hizo lo propio: comparó a la justicia colombiana con la que orquestó el padrecito Stalin, un asesino despiadado y un aniquilador de inocentes. ¿Retrocede Colombia hacia la década de los treinta?
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Advierte Mauricio Vargas que el referendo de reelección (¿a perpetuidad?) del presidente Uribe podría protagonizar un calvario en el Congreso, donde incluso algunos parlamentarios uribistas no le jalan a un tercer período consecutivo. Hace bien las cuentas Vargas, pero le falta agregar a la ecuación lo que en RCN (una mera coincidencia televisiva) llamarían “el factor X”: todo Congreso tiene su Yidis y su Teodolindo, y todo gabinete cuenta con ministros expertos en el transparente arte de la persuasión.
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Qué útil habría sido incluir en el Manual para el Ejercicio con Seguridad del Periodismo Democrático, de Presidencia, un consejo clave para los comunicadores: cuando se hable de jueces y magistrados que tienen familiares en carrera judicial u organismos de control, deben usarse las palabras “roscocracia” o “roscograma”. Cuando, en cambio, se hable de familiares de políticos en cargos públicos o vacaciones diplomáticas, debe preferirse la palabra “democracia”.
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Que la Policía envíe a algunos de sus efectivos a Santiago para que capaciten a sus pares chilenos es, para el abogado Juan Pablo Riveros, un agravio injustificado: “No creo que sea justo exportar a ese país, tan amigo de Colombia, el probado fracaso de nuestras autoridades de tránsito. Lamentable sería que los policías de Santiago aprendieran a entrar en las panaderías cada vez que llueva, o a manotear y a echar pito cuando el semáforo está en verde y a jugar a la estatua cuando está en rojo”.
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La bellísima recreación pictórica que hizo la revista SoHo del Desayuno sobre la hierba, de Manet, en la que Sylvana Gómez (ligera de ropas) y Carolina Acevedo (privada de ropas) acompañan a Jotamario Arbeláez y a Rafael Pardo, ha inspirado dos teorías. Una, que Pardo nunca tuvo contacto con las carnes de señoras, y que, muy juicioso, se tomó la foto para luego ser protagonista de algo familiar en la política criolla: un montaje. La otra, que maquillado y vestido para la foto, Pardo debió esperar cerca de una hora a que la Acevedo llegara para cumplir con el compromiso fotográfico que la llevó a sentarse, como Dios la trajo al pasto, junto al presidenciable. Los políticos siempre enredados con los desayunos.
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Vergüenza grande que todo deportista que triunfa en el exterior —en medio de la emoción propia del momento— recuerde públicamente que la única propia es la emoción, pues ni él ni su familia tienen casa propia. Entonces, los medios corren a buscar, con cámaras y micrófonos, a la miserable familia del atleta y mientras todos los vecinos vitorean al deportista en la calle, algún funcionario o empresario aparece y promete entregarles una casa. A veces les cumplen. Bendito el día cuando nuestros deportistas puedan comer algo más nutritivo que mierda mañana, tarde y noche.
