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La vida desesperada

Gustavo Páez Escobar
21 de mayo de 2022 - 05:00 a. m.

Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), Colombia ocupó el puesto 62 en el Índice Anual de Miseria, lo que significa que ascendió 21 puestos en el ranking entre las naciones miserables, al pasar de la casilla 41 a la 62. En las acepciones que da el diccionario a la palabra “miserable” se encuentra la de “extremadamente pobre”.

¿Cómo negarlo cuando hay más de 9 millones de colombianos que solo pueden tener un alimento diario? Según encuesta de Pulso Social del DANE, más de 2,6 millones de hogares solo consumen 2 comidas diarias. Dramática realidad que mide la miseria de un elevado número de ciudadanos. El hecho de avanzar Colombia en el grupo de las naciones miserables eriza el alma nacional. Esto llevó a la OCDE a emitir este juicio perturbador: “Colombia es uno de los países más desiguales de América Latina”.

Si nos situamos en Bogotá, se determina que la tercera parte de la población vive en pobreza, bajo el agobio del hambre, y el 10 % de toda la ciudadanía padece pobreza extrema o indigencia. Así es el país. Estos enfoques aparecen en todas partes: en periódicos y revistas, en la radio y las redes sociales, en Google y en la percepción con que a diario nos tropezamos en las calles.

El hambre es el mayor flagelo nacional. “La situación del hambre en Colombia es crítica”, dice la Asociación de Bancos de Alimentos. Opinión que concuerda con esta de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) al finalizar el examen del año 2021: “Colombia está entre los 20 países en riesgo de enfrentar hambre aguda en 2022″. En efecto, la carencia alimenticia ha tomado impulso a lo largo y ancho del país.

Paso a paso hemos llegado, desde mucho tiempo atrás, a este catastrófico cuadro de miseria, de oprobio y desesperanza que en nuestro país le ha quitado dignidad al ser humano. Si hay hambre, no puede haber paz. Si hay hambre, habrá delincuencia. Si hay hambre, seguirá escuchándose por doquier el terrible “yo acuso” de las multitudes contra políticos y gobernantes. Si se agudizan el desempleo, la corrupción y la inequidad social, surgirán el caos y la anarquía.

El hambre causa desesperación, y esta conduce a mucha gente a cometer delitos para poder vivir. No se puede ser feliz ni buen ciudadano con el estómago vacío. Leí el caso de un sujeto que pedía dinero, y como nadie se lo daba, hirió con una navaja a una pareja. Hoy vivimos amenazados, en todos los sitios y a toda hora, por la ley del cuchillo, una alternativa de la ley del revólver. ¡Qué horror!

Como parte de esta tragedia dantesca están la creciente ola de suicidios, la cantidad de personas atacadas por la depresión y otras graves patologías, y la legión de mendigos hambrientos y enfermos que mueren solitarios en las calles sin que nadie se dé cuenta. Imágenes todas que pertenecen a esta época bárbara, apática e inclemente.

escritor@gustavopaezescobar.com

 

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