Puede decirse que nadie es ajeno en Bogotá al monumento de la Virgen María, o Virgen de Guadalupe, que se erige en el cerro que lleva ese nombre, a más de 3.300 metros de altura. La obra mide 15 metros y puede divisarse desde distintos puntos de la ciudad. Está apoyada en la pequeña capilla que ya existía en el cerro, e impresiona cómo se ve flotar en esa cumbre, como si se tratara de una figura volátil que se mueve entre la niebla. Esa es la impresión que causa.
El monumento, elaborado en 4 años, se inauguró en 1946 en medio de gigantesca romería. Se convirtió en uno de los íconos más destacados de la capital. La patrona tutelar cumple 76 años en ese balcón de la cordillera, y desde allí ha presenciado las mayores convulsiones y evoluciones de la vida local y nacional, comenzando por la hecatombe del 9 de abril.
Lo que la gente por lo general ignora es el nombre del autor de la escultura. Se llama Gustavo Arcila Uribe. Nació en Rionegro, Antioquia, en marzo de 1895, y falleció en Bogotá en 1963, ciudad a la que su familia se había desplazado en 1909. Terminó sus estudios en el colegio de San Bartolomé y luego se inició en la carrera del arte. En su sangre llevaba marcada esa impronta, y pronto comenzó a sobresalir, por su talento, disciplina y convicción, como aventajado cultor del mundo artístico.
De ahí en adelante conquistó los niveles más altos de la realización y el prestigio. En los años 20 obtuvo en Chicago el Premio Shaffer por El sermón del monte, obra calificada como “la mejor composición escultórica ideal”. Era la primera escultura de un colombiano que lograba un premio internacional en los inicios del siglo XX. De la misma época son El interrogante y La voluntad.
En 1928 viajó a Roma y luego pasó a París y Sevilla. En 1930 regresó a Colombia y comenzó la época de su mayor producción, plasmada en bocetos, bustos y monumentos dedicados a grandes personalidades y aspectos de la vida nacional. Maravillan la expresividad del rostro, la profundidad de la mirada y la autenticidad de otros aspectos del cuerpo humano esculpidos por el artista.
En la etapa final se consagró al arte religioso. En el monasterio del Santo Ecce Homo de Villa de Leiva dejó las imágenes de Jesús Crucificado. En la iglesia de Valmaría, en Usaquén, Bogotá, fueron talladas 4 estatuas y las 14 estaciones del Vía Crucis. En el seminario aledaño, de los sacerdotes eudistas, se localizan 52 obras suyas.
El recorrido de este artista magistral fue documentado por su hijo Eduardo Arcila Rivera, con la colaboración del arquitecto e investigador Óscar Posada Correa, en maravilloso libro ―que tuve el placer de leer y admirar en estos días― editado por la Alcaldía Mayor de Bogotá, en el 2010, y que lleva por título Gustavo Arcila Uribe: armonía plástica de un pensamiento.
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