Colombia no tiene embajada en Grecia. Según los planes de austeridad del entonces presidente Uribe, desde 2003 el embajador de Colombia en Italia es quien se ocupa, a distancia, de los asuntos con el gobierno griego y con la comunidad de colombianos que vive en el país donde se originaron la geometría y la democracia. Algunos de los últimos embajadores de Colombia en Atenas —Manuel José Bonett, Juan Fernando Cristo— dejaron un buen recuerdo. También los embajadores más recientes de Colombia en Italia se ocuparon con diligencia y cariño de Grecia, entre ellos Juan Sebastián Betancur.
En Grecia están inscritos como residentes más de 1.500 colombianos, y hay por lo menos otros 500 que viven allá ilegalmente. Hay presos, hay enfermos, hay turistas, personas que de una u otra forma necesitan de vez en cuando asistencia de su país. Al no haber embajada, desde hace seis años los colombianos cuentan en Atenas con una persona enamorada de nuestro país que se ocupa ad honorem, y con oficina y gastos pagados de su bolsillo, del Consulado Honorario de Colombia en Grecia. Michalis Skoufalos, el cónsul, creció como inmigrante en Estados Unidos y es muy sensible a las angustias y necesidades de los migrantes.
Por esta historia personal se ha ocupado generosamente de la comunidad colombiana en Grecia, ayudándoles en gestiones que nadie más puede hacer en ese país: pasaportes extraviados, repatriaciones, enfermedades, fiestas patrias, actividades culturales, sitios de reunión, incluso apoyo psicológico. El señor Skoufalos no hace esto como un negocio personal y cada año gasta en su gestión muchos miles de euros. Tanto el Ministerio de Relaciones Exteriores como los precedentes embajadores y agregados culturales de Colombia en Roma, así como los cónsules generales en Italia, han reconocido, condecorado, elogiado públicamente la labor del cónsul Skoufalos. Lo mismo han hecho una y otra vez la Asociación Colombo-Helénica de colombianos residentes en Grecia y su presidente, Álvaro Perry.
Hasta que llegó la asesora, amiga y nueva embajadora del presidente Duque en Italia, la señora Gloria Isabel Ramírez, mejor conocida en el país como Gloriza, y al parecer experta en comunicaciones, pero bastante inexperta en relaciones internacionales. En opinión de la embajadora Ramírez, el cónsul Skoufalos no lo hace bien porque una vez no le obedeció. En vez de invitar a dignos escritores colombianos como Mauricio Vargas y Enrique Serrano, quiso invitar (de su bolsillo, no con plata de la Cancillería) a Santiago Gamboa y a mí a un festival literario en Salónica. Yo no pude asistir, pero la embajadora no le perdonó que invitara a Gamboa. Y desde entonces (hace más de seis meses) una y otra vez dice que Skoufalos “no goza de su confianza”. El cónsul nos invitó a nosotros porque así lo sugirió el Festival de Salónica y porque tenemos libros traducidos al griego.
Pero hace ocho días doña Gloriza fue más lejos. Dijo que Skoufalos le había “faltado al respeto como mujer y como embajadora”. Lo raro es que vino a decirlo seis meses después de su desacuerdo con el cónsul; si le faltó al respeto como mujer debió haberlo despedido ipso facto. Y no lo hizo. Lo quiere hacer ahora mediante mails escritos de afán a Julio Sánchez Cristo en W Radio. Y si bien la comunidad colombiana en Grecia respalda al cónsul, Julito concluyó: “Hay una sola persona de la comunidad colombiana que no está contenta con el cónsul: la embajadora. Entonces habrá un nuevo cónsul”. Ella ni siquiera vive en Grecia. Ha ido una vez. Pero se hará, autoritariamente, lo que ella diga, contra la opinión de toda la comunidad.
Ahora se entiende lo que ha dicho la señora Gloriza, paseándose alegre por los monumentos fascistas de Roma y quizás haciendo el saludo romano: “Yo estoy a la derecha de Mussolini”. Y, efectivamente, pretende actuar como Mussolini, expulsando judíos, vetando supuestos comunistas, dando órdenes como si creyera de verdad que ser embajadora es lo mismo que ser dictadora.