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Accidente y Occidente

Héctor Abad Faciolince

20 de mayo de 2023 - 09:00 p. m.

Tiendo a ponerme en guardia cuando una información viene con la premisa del enfrentamiento entre las “sabidurías ancestrales” y los “prejuicios de Occidente”. Esta premisa la suelen emitir tipos con nombre gringo y algún diploma de Harvard. El periodista Hollman Morris acusó este jueves a la “arrogancia occidental” de no querer reconocer que las comunidades indígenas habían hallado sanos y salvos a los niños desaparecidos hace veinte días cerca del río Apaporis tras el accidente de un avión que viajaba entre Araracuara y San José del Guaviare. “La OPIAC, al ser autoridad indígena, tiene el mismo nivel de credibilidad y respeto para este caso como lo pueden tener la Aerocivil y Bienestar Familiar”, tuiteó Morris.

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En realidad, tanto el ICBF como Morris y la autoridad indígena habían informado lo mismo: que los niños “están vivos y en manos de las autoridades en el territorio”. Morris añadía en sus trinos que por “el mal tiempo”, no habían podido llevar a los niños “hasta el casco urbano de Cachiporro”. Dos tuits más tarde, con lógica dudosa después de lo de “sanos y salvos”, agregaba que, “primero que todo, los abuelos efectuarán las curaciones propias”. Morris, adalid de la sabiduría ancestral contra el escepticismo de Occidente.

El comunicado de la Aerocivil era también optimista, aunque no confirmaba el hallazgo de los niños perdidos. Primero decía, un poco esotéricamente, que “gracias a la orientación del camino Ulises” (¿qué extraño camino del héroe occidental será ese?), “las Fuerzas Especiales ubicaron un refugio construido con palos y ramas. Allí encontraron unas tijeras y unas ‘moñitas’ que usualmente emplean las mujeres para el cabello”. Lo del “camino Ulises” se aclaraba un poco más abajo: el grupo de búsqueda eran “más de 100 uniformados de las Fuerzas Militares, junto a 3 caninos entrenados en rastro, así como indígenas de la región”. Ah, no era un misterioso “camino Ulises” para hallar a los niños, sino el canino Ulises. Con tal de no escribir “perro”, lo que sea.

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Tanto en las “sabidurías ancestrales” como en los “prejuicios occidentales” existen algunas categorías de argumentación sin las cuales no nos podemos entender. Las personas, por lo general, están vivas o muertas (dejemos de lado, en aras de la argumentación, las breves situaciones liminales en que no estamos muy seguros de si alguien está vivo o muerto). De ahí se deducen conclusiones lógicas muy triviales: si alguien está vivo, no está muerto, y si está muerto, no está vivo. De hecho, tanto las autoridades indígenas como las occidentales (voy a suponer que el ICBF es una autoridad Occidental), coinciden en que los tres adultos del accidente fueron hallados sin vida, es decir, muertos: el piloto, la madre de los niños y un líder indígena. Los cuatro niños, en cambio, fueron encontrados vivos según la OPIAC, o no han sido encontrados ni vivos ni muertos, según Aerocivil, aunque esta misma los cree vivos según algunos indicios: un tetero, unas tijeras, unos moños, un refugio de ramas y huellas infantiles.

Según el muy occidental medio de comunicación Huffington Post, gracias a “un milagro” cuatro niños colombianos sobrevivieron 17 días en la selva. Hoy, viernes 19, la noticia no ha sido corregida aún. Lo mismo se ha publicado en otros medios muy occidentales que, al parecer, son mucho más crédulos con las sabidurías ancestrales que con los prejuicios occidentales. En una emisora indígena comunitaria de la Amazonía, en cambio, alcancé a oír a un sabio ancestral diciendo, cauteloso: “Ojalá sea verdad”, después de que una periodista aseguraba que los niños estaban vivos. El esposo de la madre muerta y padre de los niños perdidos también dijo algo sensato: “Digan la verdad y dejen de jugar con mis sentimientos”. En estas dos frases, creo, la sabiduría ancestral y los prejuicios de Occidente, al fin, se dan la mano. El deseo de que los niños no se pierdan ni se mueran, creo, son universales.

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