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Adivinando el futuro

Héctor Abad Faciolince

09 de noviembre de 2025 - 12:07 a. m.

Obviamente no sé lo que va a pasar en Venezuela en las semanas que vienen, pero quizá uno de los ejercicios mentales más interesantes para cualquier ser humano es tratar de imaginar el futuro. Y me temo que para el país vecino –el más cercano y el que más miedo nos da– se acerca una liberación o un cataclismo, una operación quirúrgica o un desastre total. Así como Putin llamó su invasión en Europa “Operación Militar Especial para Desnazificar a Ucrania”, creo que Trump está preparando una guerra que podría llamarse “Operación Militar Especial para Desnarcotizar a Venezuela”. En este caso no se trataría de una invasión en toda regla, como la de Rusia, pero sí de una intervención radical para deponer, capturar o matar a Maduro y a sus aliados más cercanos del régimen.

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Según el NYT, en una semana debe estar llegando a los límites del mar territorial venezolano el portaaviones más grande y más moderno de EE. UU., el Gerald Ford. Este barco gigantesco es una especie de ciudad en el agua con cinco mil habitantes (soldados), 75 aviones, misiles, drones, helicópteros, y todo un arsenal de armas ofensivas y defensivas. Otros diez mil militares merodean ya las costas de Venezuela desde otros barcos y desde bases en Puerto Rico. Bombarderos B-52 y B-1, con capacidad de lanzar 35 toneladas de bombas cada uno, se han acercado ya a hipotéticos blancos en Venezuela. Y Trump prepara una justificación jurídica para poder atacar, matar o deponer a Maduro y sus alfiles, considerando que el suyo no es un gobierno legítimo.

Los militares venezolanos saben muy bien lo que todo esto significa. Petro también lo sabe y sus proclamas y aspavientos sobre Gaza y sobre el cambio climático son solo el prólogo tenue de lo que sería capaz de hacer si Trump se decide a atacar a sus amigos venezolanos. Lo de las lanchas rápidas hundidas y los asesinatos ilegales de supuestas mulas del narcotráfico, es solo una caricia previa de lo que Estados Unidos está dispuesto a hacer ya no en el mar sino en la tierra de Venezuela.

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Maduro, que en público se muestra duro y envalentonado, en privado le ha hecho ya a Trump todas las concesiones posibles con tal de que lo dejen en el poder: entrega de pozos petroleros y de minas de oro y otros minerales a compañías americanas. Cancelación de alianzas con China, Rusia e Irán y revertir a Chevron y a otros contratistas de EE. UU. las inmensas reservas de gas y de petróleo de Venezuela. Aunque ha ofrecido todo, al parecer a Trump este Maduro de rodillas no le basta. Los líderes de la derecha dura del mundo dicen que, si Maduro no se va, matarlo es un derecho legítimo del más fuerte, Trump.

No sabemos lo que va a ocurrir, pero algo va a pasar en Venezuela. No creo que se trate de una mera ostentación de músculos y fuerza para que Maduro pase de arrodillado a arrastrarse por el suelo. Su cabeza vale 50 millones de dólares y ya debe haber en su entorno gente que le reporta a la CIA adónde va, dónde duerme y por dónde se mueve. Cada día más militares venezolanos sospechosos de traición van a dar en la cárcel.

Y lo que ocurra en Venezuela, si es de las dimensiones que me temo, le dará al presidente de Colombia el pretexto perfecto para decretar la ley marcial, un estado de conflicto, alguna figura jurídica dudosa que le permita, por ejemplo, suspender las elecciones, o quizá incluso ir en ayuda (el ejército de Colombia es el mejor entrenado en combates reales de Suramérica) de un país y un régimen con el que a duras penas disimula su adhesión y simpatía, que crecerá como un huracán si Venezuela es atacada directamente.

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Trump sabe que en toda la región, y en la misma Venezuela, no hay régimen más dañino ni más despreciado que el de Maduro. Es el eslabón más frágil por el que puede entrar y volver a la vieja política de “América para los americanos” (y los americanos son ellos, no nosotros). Y en una situación así, a quienes creemos en la ley y en la paz, sólo nos quedarán el horror y el desconcierto.

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