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Con la A de Antioquia

Héctor Abad Faciolince

18 de julio de 2015 - 09:00 p. m.

ALGUNA VEZ EL ESCRITOR SERGIO Ramírez —quien fuera vicepresidente del primer sandinismo— me hizo caer en la cuenta de una cosa que pocas personas saben: el PIB de Antioquia sola es 10 veces más grande que el PIB de Nicaragua, y Medellín es una ciudad mucho mejor administrada que Managua.

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Antioquia tiene las dimensiones y la economía de un país. No soy regionalista, pero cuando desde Bogotá intentan imponernos a los antioqueños algún esperpento corrupto como candidato a la Gobernación de mi departamento, dan ganas de volverse “antioqueñista” como son catalanistas los de Cataluña y mandar al carajo al poder político de la capital.

Es una infamia que desde Bogotá, el señor Horacio Serpa o el señor Vargas Lleras nos quieran imponer un candidato nefasto de la “Unidad Nacional” (la aplanadora del Gobierno) para la Gobernación. Y otra infamia que desde su cuartel de la policía en Bogotá el expresidente Uribe y bogoteños de su “Centro Democrático” (que no es ni de centro ni democrático) hayan puesto en la baraja a una candidata famosa por su podredumbre familiar para orientar políticamente esta región. Ya una parte de los unos y de los otros se arrepintieron, pero los candidatos que nos mandaron lideran las encuestas, y si fueran elegidos con los avales bogotanos devolverían a Antioquia a sus peores épocas de gobiernos corruptos y aliados de lo más sucio que mi región también ha producido: corrupción, narcotráfico y paramilitarismo.

Sergio Fajardo ha liderado desde hace más de un decenio un gran proyecto limpio de transformación en Antioquia. Su alcaldía, la de Alonso Salazar, y en parte también la de Aníbal Gaviria, han devuelto la esperanza a Medellín. No solo descienden los indicadores de homicidios, sino que el año pasado, por primera vez en la historia, en mi ciudad no se murió ni un solo niño por diarrea, es decir, indirectamente, por hambre y falta de higiene y agua potable. Parecerá poco, pero es mucho.

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Esta semana, al empezar a hacer su balance de gestión en la Secretaría de Salud del departamento, la doctora Luz María Agudelo pudo contar con orgullo cómo el estado de la salud pública de Antioquia ha mejorado gracias a una decisión de elemental sensatez al escoger las prioridades, y al poner el acento en la educación, que ha sido el tema obsesivo del gobernador Fajardo. La doctora Agudelo tuvo un profesor de medicina en la Universidad de Antioquia que le enseñó algo evidente, pero que no todos aceptan: “el primer problema de salud pública en Colombia es la desigualdad social”. Para tratarlo, entonces, hay que concentrarse en darles a todos los ciudadanos al menos lo más básico, eso que en lenguaje burocrático se llama Atención Primaria en Salud.

En lenguaje corriente, su profesor lo llamaba “las cinco Aes”, que son: agua, abrigo, aire, alimento y amor. Para el agua (acueductos) y el abrigo (vivienda digna) Agudelo ha contado con el apoyo de un buen ministro antioqueño, Luis Felipe Henao. Y en los temas de salud ha tenido toda la comprensión de otro buen ministro nacido aquí, Alejandro Gaviria. El aire es el tema ambiental, urgente en todo el mundo; el alimento es la base de toda vida saludable; y el amor, como explica la doctora Agudelo, “no es solo el de los enamorados, sino el amor como servicio, como cuidado de sí mismo y de los otros, como cuidado de la familia.”

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El pasado jueves Fajardo y Agudelo dieron en Medellín algunos premios a “promotores rurales de salud” (hay 800) que hoy llegan a las cinco mil veredas más alejadas del departamento. Gracias a su labor y a la creación de una EPS para los más necesitados (Savia Salud) los frutos en educación higiénica y salud se están viendo. Y son logros como estos, en las aes de agua, aire, abrigo, alimento y amor, los que ahora amenazan desde Bogotá dándoles nuevo mal aire a los politiqueros corruptos del pasado. Solo personas íntegras como Federico Restrepo, Federico Gutiérrez y Alonso Salazar (que tienen que unirse), pueden continuar esta buena labor.

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