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Hay algo peor que la resentida arrogancia del Gobierno actual: la furibunda y despectiva arrogancia de sus opositores más visibles. A la actitud retadora y revanchista de la nueva élite gobernante, la vieja élite opone un discurso clasista, orgulloso y, últimamente, incluso golpista.
Al espíritu de cuerpo del nuevo gobierno uniformado de unanimidad, oponen un anticuerpo viejo, intolerablemente reaccionario que incluso se está vistiendo en estos días con los uniformes de guerra empolvados de algunos tenebrosos oficiales en retiro. Esta oficialidad privilegiada, que muchas veces se jubila a los 40 años, tiene todavía tanto vigor que a veces hasta se vende para oficios de guerra mercenarios más allá de las fronteras, ya sea para magnicidios en islas del Caribe o para guerras sucias al servicio del imperialismo árabe.
Es inadmisible que cuando uno se opone a alguna propuesta inconveniente del Gobierno, algunos nos pretendan equiparar o poner en el bando de una señora feudal como esa fanática botafuegos que ladra antes que hablar: Cabal. Nada le conviene más a este gobierno que una oposición vociferante, carente de argumentos, golpista y poco racional. Esto da pie a Petro para hacer pensar que la oposición está compuesta por unos nostálgicos de la Colombia racista, latifundista y servil.
No se confundan, no nos confundan y no se dejen confundir. Hay una oposición a Petro que no se basa en la defensa de antiguos privilegios ni en la nostalgia de un país de siervos y amos. Una oposición que también busca la disminución de la pobreza y de la desigualdad. La oposición filosóficamente liberal que está a favor de una sociedad abierta en la que todos tengan la oportunidad de demostrar sus méritos, su creatividad, pero no gracias a subsidios populistas y paternalistas, no mediante el crecimiento de un paquidermo estatal con clientelas corruptas, sino con los modelos mixtos que mejor funcionan en las democracias consolidadas. Estas ya pasaron por el fascismo, el comunismo, el populismo de izquierda y de derecha, y siempre ha resultado que lo menos malo es un tipo de gobierno que provee lo fundamental, pero permite la iniciativa privada y empresarial, sin dictar a los ciudadanos en qué recinto oficial se deben curar o alimentar.
Pongo un ejemplo de oposición constructiva a un Gobierno errático. En este caso sus decisiones están promoviendo lo más dañino y peligroso para los individuos y la colectividad; para los pobres y para el medio ambiente. Se trata de su política que promueve el uso de la moto como medio de transporte. En Colombia ya hay más de 11 millones de motos, y quienes las usan, en general jóvenes de entre 15 y 30 años, son quienes más accidentes producen en las vías del país, quienes más se matan o quedan inválidos, y quienes más peatones hieren o matan. Y al tiempo que son responsables de nuestros nefastos índices de accidentalidad, contribuyen al calentamiento global, al ruido, y usan los motores de combustión que el Gobierno dice querer combatir. Los combate, qué extraño, rebajándoles el Seguro Obligatorio y decidiendo que sigan exentos de peajes o del pico y placa.
En lugar de promover un transporte público (o público-privado) eficiente y barato, la tal potencia mundial de la vida, que dizque se opone a la gasolina, promueve el transporte individual más peligroso y más contaminante con el pretexto de que es popular. Quienes se matan o quedan inválidos en sus motos son en general jóvenes de bajos recursos, y a quienes más matan en la calle es a peatones viejos que no alcanzan a reaccionar a su exceso de velocidad. Lo populista es promover el medio de transporte más individualista y pequeño burgués que pueda haber. Y quienes nos oponemos a la moto como medio de transporte general no somos nostálgicos del caballo, del servilismo o de la esclavitud, sino que aspiramos a medios de transporte limpios, masivos y responsables con el ambiente.
