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Copiar ideas ajenas

Héctor Abad Faciolince

25 de febrero de 2018 - 12:10 a. m.

Lo bueno de los viajes, entre otras cosas, es que cuando uno va por el mundo ve que los problemas se resuelven de diferente manera en los distintos países. Muchas veces los problemas no son los mismos: en Bahréin, en las Canarias, o en los puertos del Sahara el problema es que no llueve casi nunca y entonces no hay agua dulce. Así, para tener agua que sirva para regar o para beber, es necesario tener plantas desalinizadoras y energía barata para que estas plantas le quiten la sal y otros minerales al agua del mar. Cuando las plantas están bien pensadas el agua se desaliniza con una energía que no se agota nunca, la del sol, y no con la que no es renovable y destroza la atmósfera, la del petróleo o el carbón.

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Esta solución no sirve en Bogotá ni en Medellín, donde el agua dulce nos llueve del cielo y, así no lloviera, tampoco hay agua de mar para quitarle la sal. Pero plantas desalinizadoras alimentadas con energía solar son una buena solución para los problemas de agua de La Guajira. Es una solución viable encontrada desde hace más de medio siglo en los sitios donde el mismo problema es más extremo. Si se piensa que el agua dulce disponible en el planeta es menos del 2 % del agua total, se comprenderá la importancia de estas plantas en el futuro.

En Marruecos tenían un problema igual a uno que tenemos acá y en todo el mundo: el uso de bolsas plásticas. La gravedad de este problema global se observa en las asquerosas islas de plástico que se mueven en los océanos. Las dimensiones del problema local se ve en las afueras de muchos pueblos de Colombia inundados de grumos de bolsas movidas por el viento. Como les digo, Marruecos lo resolvió de un modo radical y ejemplar: las bolsas de plástico, sencillamente, están prohibidas y no hay tienda de barrio, supermercado o zoco popular en donde esté permitido empacar en bolsas plásticas lo que se compra. El pequeño paliativo por el que optamos acá (cobrar unos centavos por las bolsas) es tibio e insuficiente. En Marruecos todos los empaques son de tela o de papel, biodegradables, y esa medida solucionó el problema de raíz. Es una idea ajena que deberíamos copiar, así se opongan a ella el gremio del plástico y el de los comerciantes. Salvar al país y al mundo de esta basura es más importante que proteger una industria dañina que sería reemplazada por otra industria menos contaminante: la de las bolsas amigables con el ambiente. Es fácil, basta una ley radical y un Congreso que no se deje comprar por el lobby de algunas industrias.

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Hay muchas cosas extrañas en el Japón, que no voy a enumerar. Pero hay una medida ultrafeminista (en un país machista) que resuelve un problema que también tenemos acá: el alcoholismo y la irresponsabilidad de maridos y padres de familia. En el Japón, como aquí, millones de hombres se bebían el sueldo desde el mismo día en que les pagaban el mes o la semana o la quincena. ¿Cómo lo resolvieron? Todos los sueldos de los hombres casados o con hijos los recibe directamente la esposa o la madre. Son las mujeres las que administran el sueldo del marido, y son ellas las que deciden cuánta plata les dan para la cerveza o el sake, cuánta para comer afuera, cuánta para la moza, si la tienen, y así. Muchos problemas de abandono y de paternidad irresponsable se resolverían aquí si en todas las clases sociales, como en Japón, fueran las mujeres las que administraran la economía familiar. Es otra idea que podríamos copiar.

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No todas las ideas que uno ve cuando viaja se refieren a políticas ambientales, sociales o familiares. También en el modo de contar las historias o disponer las palabras, en la literatura, las cosas se hacen de diferente manera. En la poesía china, por ejemplo, la rima no juega ningún papel. En la inglesa es mucho más importante la distribución de los acentos en el verso que el número de sílabas. Y en las novelas de Madagascar… bueno, no les quiero revelar el secreto de cómo se escriben las novelas en Madagascar.

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