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Coronell y ‘El Colombiano’

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Héctor Abad Faciolince
17 de enero de 2010 - 04:59 a. m.
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ENTRE LAS BRUMAS DEL GUAYABO colectivo en que se hunde Colombia por diciembre y enero, no debería pasar inadvertida la polémica entre Daniel Coronell y Ana Mercedes Gómez.

El brillante y valiente columnista de Semana, que ha sido capaz de destapar, él solo, algunos de los escándalos de corrupción más graves de este gobierno (Yidis Medina, el Agro Ingreso Seguro de Uribito) le pregunta a la directora y accionista de El Colombiano si su defensa a ultranza del proyecto de subsidios agrícolas para los ricos no es incompatible con el hecho de que ella misma haya recibido del Gobierno un apoyo de $82 millones, con un generoso período de gracia e intereses más que blandos. Le pregunta también si en los editoriales del diario de Medellín no debería aparecer al menos una nota en la que la directora reconozca que es beneficiaria directa de AIS.

La respuesta de Ana Mercedes Gómez es una pieza magistral de tartufismo. Como Tartufo, el hipócrita beato de Molière, la dueña de El Colombiano se declara, ante todo, pobretona (con lo cual queda implícitamente calificada como apta para recibir ayudas y subsidios por parte del Ministerio de Agricultura): “Estoy en desacuerdo en cuanto a que los periodistas no podemos acceder a ningún beneficio que otorgue una ley, y que si lo hacemos debemos decirlo públicamente o abstenernos de escribir y opinar sobre esa ley. Eso sólo pueden hacerlo los comunicadores multimillonarios y ése no es mi caso…”. Pues yo creo que sí es su caso. Por desvalorizado que esté ahora El Colombiano, con la crisis mundial de la prensa, el solo edificio donde opera cuesta decenas de millones de dólares. Si eso no es ser multimillonario…

A continuación se embute a sí misma en la categoría de los campesinos pues ella simplemente tiene “una pequeña parcela” donde montó un invernadero diminuto (“una quinta parte de una cancha de fútbol”) y lo único que pretendía con este préstamo era “hacer auto sostenible una pequeña parcela con una sencilla casa de campo.?? El objetivo esencial fue proteger el trabajo de un desplazado de la violencia, evitando eliminar su sueldo y el de su esposa”.

Les traduzco lo anterior del lenguaje de Tartufo al castellano: “Tengo una finca de recreo y quiero que se mantenga sola con algún negocio; me pesa tener que pagarles el sueldo al mayordomo y a la sirvienta y aspiro a que se ganen su salario poniéndoles trabajo extra”. Doña Ana Mercedes: los subsidios al campo, en las sociedades desarrolladas, no se dan para que los habitantes de la ciudad tengan adonde ir a descansar el fin de semana. Si el “impacto social” de su empresa consiste en que no va a tener que despedir al casero ni a la muchacha, le sugiero algo: no los eche, págueles con lo que gana en El Colombiano, o monte de su bolsillo el negocio de los helechos, pero no tenga casa de recreo y servidumbre gracias a los subsidios del Gobierno.

Ahora, los argumentos con los que doña Ana Mercedes defiende el hecho de que ella no aclare en sus editoriales que es beneficiaria de AIS, ya no son hipócritas sino ilógicos. Dice: “¿Destinar la retención en la fuente a la compra o mejora de vivienda nos obliga a decirlo públicamente o abstenernos de opinar a favor o en contra de dicha norma? La gasolina tiene subsidio del Gobierno. ¿Debemos entonces decir que tanqueamos el carro con gasolina subsidiada, para poder tocar el tema desde el punto de vista periodístico?”. Por favor: los subsidios a la gasolina no se asignan a dedo, son para todo el mundo; y lo mismo puede decirse de los beneficios para comprar casa. Lo grave de los subsidios concedidos por Uribito es que se dieron a personas que, como la Directora de El Colombiano, apoyan su campaña política con editoriales o con plata.

Y tanto apoya doña Ana Mercedes a Andrés “Uribito” Arias, que cuando un columnista de su periódico se atreve a cuestionar al ex ministro, la directora, sencillamente, borra la frase. Porque es costumbre suya tratar a los columnistas de su diario igual que al mayordomo de su finca: como si fueran súbditos.

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