Publicidad

Cuando el hijo se parece al padre

Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Héctor Abad Faciolince
17 de octubre de 2010 - 02:59 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

CUANDO EL HIJO SE PARECE AL PAdre, saca de dudas… a la madre. Este viejo proverbio ilustra muy bien el complejo de la Virgen María. ¿Quién habrá hecho en mí este hijo? No pretendo ofender las extrañas creencias religiosas de los católicos.

Aun aceptando que al niño Jesús lo hubiera fecundado Dios en persona, por obra y gracia del Espíritu Santo, durante una visita del Arcángel San Gabriel (el mensajero), nadie podrá negar que la perplejidad de san José —el supuesto padre— es el mismo asombro que cualquiera de nosotros podría sentir si nuestra mujer resultara embarazada durante un viaje sola, o después de un periodo de absoluta abstinencia, o de una operación de vasectomía, o tras algunos meses de prolongada impotencia.

  Los machos tememos y castigamos la infidelidad de las mujeres con un celo excesivo, con una furia vengativa (en esa angustia está el origen, muchas veces, de la violencia intrafamiliar, y con esto no justifico nada, simplemente lo explico), porque si el imperativo biológico de las especies consiste en dejar descendencia, en transmitir y proteger nuestros genes, entonces no hay traición comparable al hecho humillante y doloroso de que nos endilguen, mediante engaños o artimañas, al hijo de otro. Levantar la prole ajena es un acto tan excepcional que solamente son capaces de realizarlo personas de una rara y compleja generosidad.

 Recuerdo haber leído hace decenios la historia de un marido alemán que le exigió a su esposa el divorcio porque su mujer —tan blanca como él— tuvo un hijo morocho. Los exámenes de sangre confirmaron que él no era el padre. Sin embargo la madre aseguraba (como la virgen María) que ella no había conocido varón fuera de su marido. Al fin un médico perspicaz, que entrevistó a los esposos por separado, desenredó el asunto: el marido se había acostado el mismo día con una prostituta y luego con su mujer. La prostituta a su vez había tenido un cliente negro antes del marido. El marido, que no era un campeón de la higiene, se acostó luego con su esposa y en la competencia uterina por la vida los espermatozoides del negro ganaron la carrera. Lo más curioso de esta historia increíble es que la esposa le perdonó al marido lo que él a ella no le habría excusado. Y lo más triste, que el macho alemán nunca pudo aceptar al hijo ajeno engendrado por él.

 En nuestra psiquis más profunda se verifica un drama bíblico, el de la paternidad auténtica o engañada. O mejor: las historias bíblicas son tan buenas porque en ellas se cuenta un drama de nuestra psiquis más profunda.

  Incluso el más liberal y abierto de los hombres, Bertrand Russell, fracasó en el intento de despojarse del “prejuicio” de la paternidad. En su segundo matrimonio, con Dora Black (filocomunista y poco creyente en la tradición matrimonial), la pareja resolvió que serían “un matrimonio abierto”, en el que ambos tenían la libertad de acostarse con otras personas. Serían leales el uno al otro, pero no fieles en el sentido sexual. Pues bien, Dora, después de haber tenido dos hijos biológicos con Bertrand, tuvo otros dos con su amante, el periodista Griffin Barry. En un principio pareció que Russell (que a su vez mantenía una relación con la niñera que cuidaba a los niños) soportaba con serenidad los cuernos de su mujer. Pero a la larga la situación se volvió intolerable y la pareja abierta resolvió divorciarse.

  Lástima. Un intento genuino de superar los “prejuicios burgueses”, se chocó con la muy primitiva y muy honda psiquis animal que padecemos y gozamos estos mamíferos con escasa conciencia que somos los humanos. Ellos fueron los pioneros de muchas libertades y ensayaron incluso el límite extremo de la tolerancia matrimonial. Su fracaso es el fracaso de la biología. No podemos ir más allá de los límites más hondos de nuestra mente sin provocar una insoluble revolución mental. En nuestra mente más primaria ocurre la venganza y reivindicación de los conservadores. Lástima, sí. Pero es así.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscríbete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.