Borges, en una célebre conferencia sobre Swedenborg, cita una luminosa frase de Emerson: “Los argumentos no convencen a nadie”. Quizá por eso conviene escribir con historias, más que con argumentos. A eso se dedica la literatura.
Cuando uno le está enseñando a jugar ajedrez a su hijo, le señala los errores que comete y se los deja corregir: “si mueves ahí tu reina, te la tomo con este alfil”. Mientras aprende, no rige la regla de ficha tocada, ficha movida y se le permite devolver la jugada. El aprendizaje se hace a partir de los errores y, más adelante, celebrando los aciertos. En cambio, cuando uno se enfrenta a un adversario...
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