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Dos calvos y una peinilla

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Héctor Abad Faciolince
13 de diciembre de 2009 - 04:59 a. m.
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CHÁVEZ Y URIBE PARECEN DOS CALvos peleando por una peinilla, dos peludos peleando por una peluca.

Los presidentes, cuando pasan demasiado tiempo en el poder (Chávez diez años, Uribe casi ocho), se convierten en monarcas, en una especie de reyecitos que pierden el contacto con la realidad pues sus colaboradores más cercanos no se atreven a corregirles ni sus delirios más dementes. Escribo esto desde Caracas y extrañarse del propio país conviene, porque aclara las cosas. Si Chávez ladra como un perro paranoico (cuidandero hipersensible que hace ruido ante el menor movimiento exterior) y grita que será invadido por los gringos en acuerdo con los paramilitares colombianos comandados por Uribe, para mí es claro que delira.

Y desde aquí se ve también como un delirio (algo que está fuera del surco de la realidad) cuando un Uribe hiperreactivo ladra también para que apresen no solamente al “terrorista” (para colmo de apellido Castro) que amenazó a su hijo, sino a todos los que pertenezcan al “Movimiento Bolivariano” y no hayan recibido con silbatinas el video mamerto de Cano. ¿Por qué no se calmarán, por qué no se callarán este par de presidentes paranoicos, este par de reyezuelos perpetuos que están perdiendo el contacto con la realidad y nos están llevando a la locura colectiva?

El miedo, la desconfianza, la idea de que el otro nos va a invadir y a matar es lo que desata los peores demonios. Es el valor de la calma lo que evita las guerras; son los miedosos y paranoicos los que nos conducen a ellas. Es el grito que acusa al otro de malo y asesino y peligroso el que nos lleva a una reacción excesiva (la de la paranoia y el miedo, el del ataque preventivo). En cambio, ver las cosas en sus reales dimensiones es lo que puede evitar la hecatombe, la guerra, la desgracia.

Decía Antonio Machado en su Juan de Mairena: “No falta quien piense que el miedo a las terribles consecuencias de la guerra puede evitar la guerra. Esto es pedir al miedo lo que el miedo no puede dar, como el olmo no puede dar peras. Es, por el contrario, el miedo el más importante resorte polémico. Por eso se le aguzan los dientes o se arma hasta los dientes”. Por el miedo, un miedo injustificado en ambos casos, Venezuela y Colombia se están armando hasta los dientes.

En Colombia y Venezuela estamos en manos de un par de presidentes paranoicos, asustados, que creen que el vecino es el lobo feroz que viene a comérselos, a atentar contra ellos y contra los respectivos sagrados territorios de sus patrias. Pura paja, pura locura, pura paranoia: ni Chávez puede ni quiere invadir a Colombia, ni su apoyo tácito o explícito a la guerrilla es una amenaza seria para nuestra seguridad (pues los colombianos en un 98% detestamos a una guerrilla de las Farc arrinconada), ni los gringos de Obama, aliados con el Jefe de los paracos colombianos (Uribe, según Chávez) se van a ir con comandos paramilitares a derrocar a Chávez y a combatir las milicias bolivarianas venezolanas. Todos estos escenarios paranoicos les convienen a los extremistas; esto es lo que nos venden como real, como aquello que está a punto de pasar, y mientras tanto a la inmensa mayoría de los colombianos nos caen bien los venezolanos y no los queremos matar, y lo mismo ocurre a este lado del río Orinoco.

Reyezuelo Chávez, monarca Uribe; coronel, ganadero: cálmense. Bájenle el tono a esa retórica de locos con miedo. Ni Chávez es un secuestrador ni Uribe es un masacrador. Ninguno de los dos es un mesías ni una maravilla, pero ninguno de los dos es el monstruo que ve en el otro. Los dos quieren, por caminos muy distintos (y con equivocaciones muy distintas, por caminos errados en los dos casos), el bien de sus países. Pero es su paranoia simétrica e igual la que nos puede llevar a la guerra. Vacunémonos contra el miedo. Estos presidentes hipersensibles, hiperreactivos, ultraparanoicos, miedosos, no nos pueden llevar arreados, amansados, sumisos, a esta guerra de calvos por una peinilla.

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