Para ser un verdadero emperador del mal no basta con ser malo. Hay que contar también con un ejército de criminales dispuestos a obedecer las órdenes más crueles (o incluso solo las insinuaciones) del líder supremo. Estos subordinados deben saber actuar con la misma sevicia de su jefe, y hacerlo tanto por lealtad como por miedo a que, si no obedecen, van a correr la misma suerte que sus víctimas. Las normas y los métodos deben ser de tipo mafioso: el valor más alto es la lealtad al capo, y la traición a esta regla de ciega obediencia se castiga con la muerte.
El surgimiento del Grupo Wagner se remonta a la primera invasión rusa a Ucrania, la que pasó casi inadvertida, en 2014. Wagner fue creado, según reconocimiento del mismo Yevgueni Prigozhin, con el fin de ayudar a la ocupación rusa de la cuenca del río Donéts (o Donbás), la región más oriental de Ucrania. El nombre, Wagner, le fue dado por otro de sus fundadores, Dmitri Utkin, un supremacista eslavo y apasionado por el Tercer Reich que llevaba tatuada una esvástica en el pecho, y como un homenaje al compositor favorito de Hitler, Richard Wagner. Utkin fue condecorado por Putin en el 2016 con la Orden del Coraje por los servicios prestados en la ocupación del este de Ucrania. Rusia “desnazifica” usando neonazis.
Durante años el multimillonario Prigozhin, también conocido como el cocinero de Putin, negó toda relación con el grupo Wagner. Al fin, en 2022, tras la invasión en toda regla de Rusia a Ucrania, reconoció ser el fundador y comandante de este grupo paramilitar, cuyas acciones y crímenes se habían extendido, después de Ucrania, al Medio Oriente y África. Prigozhin, que conocía bien el mundo carcelario por haber estado en prisión más de nueve años (fue capo de una banda de ladrones en tiempos de la Unión Soviética), apareció también en el 22 reclutando criminales en varias cárceles de Rusia. Miles de asesinos, violadores y todo tipo de delincuentes aceptaron entrar al grupo mercenario Wagner para pelear en Ucrania a cambio del perdón de sus condenas. Su ejército de facinerosos, usados en buena medida como carne de cañón, consiguió un triunfo importante con la conquista de la ciudad de Bajmut. En el mismo año 2022, Putin condecoró a Prigozhin con el título de Héroe de la Federación Rusa, uno de los más importantes del Imperio.
Putin, sin embargo, tildó a Prigozhin de traidor por su levantamiento del 23 y 24 de junio, en el que unos diez mil mercenarios de Wagner desafiaron al ejército ruso, se tomaron la ciudad de Rostov en el Don, y marcharon hacia Moscú. Más que la misma insurrección, su peor falta fue decir ese mismo día, al fin, una verdad: que “los motivos de la invasión rusa a Ucrania estaban basados en mentiras” y más concretamente “en la idea loca de que Ucrania los iba a atacar con ayuda de los países de la OTAN”. Si bien Putin, de dientes para afuera, decidió perdonarle y ofrecerle una salida con ayuda del presidente de Bielorrusia, Lukashenko, al hacer esas declaraciones el oligarca Prigozhin firmó su sentencia de muerte.
Esta se ejecutó de un modo impecable e implacable este miércoles 23 de agosto, dos meses exactos después de sus declaraciones. En el mismo avión civil “accidentado” iba también Dmitri Utkin, el devoto de Wagner, y otros músicos de Prigozhin. El emperador Putin, como cualquier otro capo mafioso, debe ante todo ser temido. Traicionarlo se castiga con la muerte, así esta se disfrace con silencio, desinformación y apariencia de accidente. Prigozhin, gran experto en desinformación en redes sociales, y muy activo en manipular elecciones en todo el mundo, muere ahora rodeado de teorías de conspiración y de mentiras. Quizá el único que dijo la verdad fue un vocero del mismo Grupo Wagner: “¡Prigozhin será el mejor, incluso en el Infierno!”. Todos sabemos que el mejor del Infierno es el más malo. Solo Putin, cuando muera, podrá disputarle el puesto.