Son muchas las lacras que se nos pueden achacar a los países latinoamericanos, esos que suben desde el estrecho de Magallanes hasta el río Bravo, que bajan por las islas de las Antillas y se extienden del Atlántico al Pacífico, y hablan, casi todos, en lenguas romances: nuestros dictadores estrambóticos; nuestras interminables guerras civiles; nuestra informalidad e incumplimiento; el caos de nuestras ciudades mal planeadas y mal diseñadas; la crueldad sanguinaria de nuestros hampones y mafiosos; la corrupción política; las horripilantes desigualdades entre los pocos que lo acaparan casi todo y las multitudes que no tienen casi...
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