NO SE SABE MUY BIEN A QUIÉN ALU-de Dante cuando en el tercer canto del Infierno se refiere a un condenado que, cobardemente, se negó a tomar partido: “che fece por viltà il gran rifiuto” (que dijo no por pura cobardía).
El poeta griego Konstantino Kavafis retoma este verso de Dante en un famoso poema en el que dice que “A ciertos hombres les llega el día / en que deben pronunciar el gran Sí o el gran No”.
A cambio de parecer un hipócrita o un cobarde, el presidente Uribe tendría que responder, ahora mismo, si quiere o no quiere su reelección. Así como Berlusconi debería responderle al diario La Repubblica su pregunta de si se acuesta o no con menores de edad, así mismo Uribe tendría que contestarle a la BBC, a El Espectador y a todos los colombianos, si aspira o no aspira a la reelección. Tiene que pronunciar el gran Sí o el gran No.
Yo espero, francamente, que su respuesta sea un Sí. No porque esté de acuerdo con la reelección —que me parece nefasta para el país, para el equilibrio de poderes, para lo que queda de las instituciones—, sino porque a estas alturas un No sería una burla completa a la nación. No puede uno pasarse meses y años poniendo a los ciudadanos, a los congresistas y a los jueces a pronunciarse y a discutir sobre una reforma constitucional que permitiría su reelección, y luego decir que No, que todo fue tiempo perdido y una maniobra astuta para mantener la gobernabilidad. Un No sería, a estas alturas, una infamia muchísimo más grande que el Sí. No sería el gesto magnánimo de alguien que se hace a un lado aunque pudiera ser reelegido, sino una grave irresponsabilidad disfrazada de grandeza.
Pero así como Uribe debería pronunciar ahora mismo el gran Sí o el gran No, también todos nosotros, colombianos pensantes y votantes, políticos y no, tendríamos que pronunciar claramente un Sí o un No. Los más patéticos al respecto son los precandidatos uribistas. Santos, Vargas, Arias, responden con esta ridícula pirueta lógica: decimos Sí si Uribe dice No; decimos No si Uribe dice Sí. Esta inconsistencia los hace quedar como lo que son: tipos sin carácter, a la sombra y a las órdenes del amo. Esa sumisión canina los descalifica como posibles líderes.
Otros precandidatos, muchísimo más claros y dignos, ya han pronunciado el gran Sí a su candidatura y el gran No a la reelección de Uribe: Sergio Fajardo, Carlos Gaviria, Cecilia López, entre otros. Faltan por pronunciarse los congresistas y, luego, los magistrados de la Corte Constitucional. Finalmente el gran Sí o el gran No lo tendremos que pronunciar los electores.
Dice el poema de Kavafis que citaba al principio que aquellos conformistas que ya llevan el Sí dispuesto en los labios “lo dicen y progresan en el camino de la estima y la seguridad”. Así es, los congresistas que dirán Sí, recibirán los favores del príncipe, como los embajadores, los ministros y la manada de los funcionarios aquiescentes. Los que dirán el gran No, en cambio, tendrán que cargar con las desventajas de no estar en la rosca del tirano.
Sin embargo, concluye Kavafis: “Quien dijo No, no se arrepiente. Si de nuevo le preguntaran / diría No otra vez. Pero ese No, ese legítimo No / lo arruina para el resto de su vida”. El caso es que a pesar de que en este momento el No sea una posición minoritaria, aunque el No nos aleje de los poderosos, es la única posición que, a la larga, permitirá que Colombia no sea un país de sumisos que se dejan arrebatar la libertad y la autonomía personal por el apego al poder de un hombre de talante autoritario, rodeado de su camarilla de acólitos y de hombrecitos-sí (Yes-men), como les dicen en el norte a los lambones.
Aunque sea derrotado, aunque sea minoría, duerme uno mucho más tranquilo después de pronunciar ese No tan importante. En cambio a los del Sí, que suelen ser caballistas, podría uno citarles otro verso, esta vez de un poeta cubano: “¡Con qué seguro paso va el mulo hacia el abismo!”.