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LOS QUE SE QUEDARON SIN JUEGO para hacer sus sucios negocios en Medellín (con testaferros y dinero en efectivo, para no dejar rastros), y algunos periodistas de radio que se quedaron sin avisos oficiales y hoy sirven de plañideras a las viudas del poder, están empeñados en montar una sucia campaña de desprestigio contra Alonso Salazar, y de paso contra todo el movimiento del alcalde anterior, Sergio Fajardo.
Según ellos, lo que se hizo en Medellín en los últimos años no fue más que cosmética, y en realidad, si bajaron los muertos, fue porque hubo un oscuro pacto con Don Berna (al que ellos le dicen Donbernabilidad), uno de los peores asesinos de las Auc.
Nada se hizo bien, no se dedicó el 40% del presupuesto municipal a la educación; no se intentó reeducar a los muchachos delincuentes; no se construyeron magníficos colegios y bibliotecas en los barrios más pobres; no se hizo una administración pulcra y sin los sucios negociados de la política tradicional; no se invirtió la plata donde están los que más la necesitan, recomponiendo el tejido urbano de los marginados: simplemente Don Berna, el mafioso todopoderoso, dio la orden de no matar, para favorecer a su aliado Fajardo, y por eso el matemático lindo de El Poblado se pudo lucir, porque Don Berna le ayudó. La tesis es ridícula, pero hay periodistas que la insinúan con condicionales, para después dejarla caer como una sentencia judicial.
En el mundo bastante putrefacto de la política nacional no hay nada más repugnante que un movimiento limpio. Los de las manos sucias quieren lavarse las manos en el agua limpia, pero ni siquiera para limpiárselas, pues no tienen cómo sacarse el mugre, sino sólo para ensuciar también el agua limpia. Quienes desprecian la evolución y sólo sueñan con la revolución, ven aquí la oportunidad, también, para deshacerse de un candidato reformista, metiendo a todos los que no sean revolucionarios en el mismo balde podrido de las alianzas con los paramilitares.
Y así, los verdaderos aliados de los narcos (algunos de ellos ya en la cárcel, a pesar de sus altisonantes apellidos de ministro), los amigos del Cebollero y sus grupos de vigilancia privada, y por otro lado el más viudo de todos los viudos del poder, Luis Pérez Gutiérrez, el que almorzaba con Guillermo Valencia Cossio “sólo de vez en cuando”, montan con los parlantes de El Colombiano, un caso inexistente, para decir que la relativa paz de Medellín era la paz pactada con Don Berna, y que los votos de Medellín (mi voto) eran los votos comprados con la plata paramilitar.
Miro esos ojos turbios que insinúan maldades y pactos secretos, de los que sólo ellos serían capaces (ladrones que creen a todos de su condición), y simplemente me dan bascas. ¿El alcalde? Un borracho. ¿Sus colaboradores? Como no pudieron demostrar que eran guerrilleros, ahora intentan decir que son paracos. Alonso Salazar tendrá sus debilidades, no tendrá la capacidad comunicativa de Fajardo, habrá tenido que conocer y hasta darles la mano (en un proceso de reinserción heredado del mismo Luis Pérez) a muchos desmovilizados de las Auc, gente untada de sangre. Pero de ahí a decir que él, y el movimiento del que viene, sean unos aliados de Don Berna, el salto lógico es más que idiota: es infame. Y los que más despreciaban (acusándolo de aliado de los paramilitares) al Consejero de Paz, ahora esgrimen como mayor prueba contra Salazar, unas palabras de Luis Carlos Restrepo.
En el país de la desesperanza y del no futuro, está prohibido creer en el futuro y conservar una esperanza.
