Quizá por haber nacido en una sociedad muy católica y, al mismo tiempo, en plena revolución sexual, toda la vida me han intrigado las absurdas restricciones sexuales impuestas por la religión y también ciertas innovaciones y extremos introducidos, como reacción, tanto por algunos libertinos (su paradigma es el marqués de Sade) como por los muy saludables, en general, movimientos de liberación sexual del siglo XX. Mi desconcierto más grande, un desagrado del que sé que ya nunca me voy a liberar, es la mezcla de sexo y violencia. No sé si por gazmoñería o por un auténtico fastidio personal, en mi mente y en mi experiencia el placer...
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