En estos días hemos tenido la desgracia de ver escenas de tortura que no solo no se intentaban ocultar, sino que se exhibían con orgullo. La tortura es un mal inaceptable, moralmente repudiable. Sin embargo, incluso bajo gobiernos que se dicen civiles, se siguen practicando formas de tortura, aunque al menos no las muestran como un trofeo. La practican en secreto, la niegan, la ocultan, y cuando ya no la pueden negar –tal fue el caso de Abu Ghraib– tienen la mínima decencia de castigarla, así sea con penas que no se corresponden al horror cometido.
Se sabe que las mujeres acusadas de brujería, aun siendo completamente inocentes,...
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