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Jair Bolsonaro o Jacinda Ardern

Héctor Abad Faciolince

22 de marzo de 2019 - 11:12 p. m.

Iván Duque, el actual presidente de Colombia, debe decidir a qué líder mundial quiere parecerse y con qué tipo de discursos y de actuaciones quiere pasar a la historia. Hoy tengo para sugerirle una comparación entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y la primera ministra neozelandesa, Jacinda Ardern. Ambos vivieron recientemente tragedias parecidas en sus propios países: la masacre en una escuela estatal cerca de São Paulo, y la matanza en dos mezquitas de Christchurch.

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En la masacre de la escuela brasilera murió abaleada, con seis personas más, una maestra, Marilena Umezu. Cuenta la escritora Eliane Brum que meses antes, cuando Bolsonaro firmó el decreto que facilitaba el porte de armas en su país, la profesora Umezu puso un tuit: “Estamos a favor del porte de libros, ya que la mejor arma para salvar a los ciudadanos es la educación”. El signo de campaña de Bolsonaro era hacer con la mano el ademán de que disparaba con una pistola. Tras la masacre de la escuela, la reacción de su gobierno fue una brutalidad copiada de Trump: hay que armar a los maestros, pues si los profesores hubieran estado armados habrían evitado la matanza.

Tras la masacre en la capital de Nueva Zelanda, la primera ministra Ardern tomó de inmediato la iniciativa para hacer mucho más difícil la compra y el porte de armas en su país. Además pronunció un discurso memorable en el que dijo, entre otras cosas, lo siguiente:

“Un hombre de 28 años ha sido acusado de homicidio. Se le imputarán más cargos. Enfrentará toda la fuerza de la ley. Las familias de los caídos tendrán justicia. Él buscaba muchas cosas con este acto de terror y una de ellas era notoriedad. Por eso, nunca me escucharán decir su nombre. Es un terrorista. Es un criminal. Es un extremista. Pero él, cuando yo hable, no tendrá nombre. Y a los demás, les imploro: digan los nombres de las personas que perdimos en vez de el nombre de quien nos las arrebató. Él quería notoriedad, pero en Nueva Zelanda no le daremos nada, ni siquiera su nombre”.

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El mismo día de la masacre en Brasil un hijo de Bolsonaro, Eduardo, senador, presentó su primer proyecto de ley: en él se permite que haya factorías civiles que fabriquen armas y balas. Poco después padre e hijo cenaban en Washington con Trump, y luego con Steve Bannon, el ideólogo de extrema derecha que contrató la manipulación de cientos de miles de electores gringos a través de Facebook. Luego estuvieron haciendo una visita de cortesía en la sede central de la CIA, la agencia de espionaje que chuzó los correos de una expresidenta de su país, Dilma Rousseff. Todo un patriota, Bolsonaro.

En Brasil la mayor parte de las personas asesinadas en las calles con armas de fuego son negras. El discurso de Bolsonaro azuza el odio y ha acusado a las escuelas públicas de ser las responsables de difundir ideas de izquierda y la famosa “ideología de género”, que no es más que un comodín para decir tonterías sobre supuestas aberraciones sexuales que, según los Bolsonaro, se enseñan en su país.

Mientras eso ocurre en Suramérica, la primera ministra neozelandesa dijo sobre la matanza de las mezquitas: “El 15 de marzo será para siempre un día grabado en nuestra memoria colectiva. En una tarde tranquila de viernes, un hombre irrumpió en un centro de oración pacífica, y se llevó la vida de 50 personas. Esos seres amados eran hermanos, hijas, padres y niños. Eran neozelandeses. Ellos son nosotros. Y porque ellos son nosotros, hoy como una nación, los lloramos.”

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Es fácil ver, en las palabras y en los actos, la diferencia de talante moral y humano que hay entre Jair Bolsonaro y Jacinda Ardern. Iván Duque debe escoger a quién se quiere parecer. Sobre el tema del porte de armas, por fortuna, no siguió todas las indicaciones de su partido, y no flexibilizó aún más su posesión. Se alejó de Bolsonaro para ser más Ardern. Pero en el tema de la JEP se está portando como otro Bolsonaro de esta parte del mundo. Ojalá recapacite.

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