Hay frases que, por muy banales que parezcan, no dejan de ser ciertas. Una de ellas dice que “uno no se lleva nada a la tumba”. Es verdad que en la antigüedad no pocos monarcas se hacían enterrar con todos sus tesoros. Con joyas y coronas, con espadas y anillos, con monedas de oro, dagas de plata, con instrucciones para responder a las preguntas del Juicio Universal, y hasta con el perro y el gato, o incluso, algunos, con esposas y concubinas, según decían ellos por pura compasión, por no dejarlas solas, pobrecitas, cómo sufrirían en vida sin su augusta compañía. Pero incluso si los súbditos cumplían los deseos del monarca, algún...
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