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La circuncisión de Jesús (y de otros)

Héctor Abad Faciolince

17 de febrero de 2018 - 09:00 p. m.

Abram era un hombre que se tomaba la vida con calma. Hasta los 86 años estuvo esperando a que su esposa Sara quedara embarazada; cuando esta ya hubo cumplido los 76, y todavía nada, decidieron que mejor lo intentaban con una esclava, Agar. Y así nació Ismael, que aunque hijo de la esclava, fue su primogénito. Trece años más tarde, cuando ya Abram había llegado a los 99 años y su hijo Ismael a los 13, recibió una orden de Dios: tenía que circuncidarse, circuncidar a su hijo y a todos los varones de la casa. Dice el Génesis:

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“Era Abraham de edad de 99 cuando circuncidó la carne de su prepucio. E Ismael su hijo era de 13 años cuando fue circuncidada la carne de sus prepucio. En el mismo día fue circuncidado Abraham e Ismael su hijo.”

Dios le dijo a Abram que después de circuncidarse iba a tener otro hijo de su esposa Sara y pasaría a llamarse Abraham. A Abraham, pensando en su edad, y en la edad de Sara (89), le dio un ataque de risa. Entonces Dios, sabio en ironías, ordenó que le diera a su hijo el nombre de Risa (que es lo que quiere decir Isaac) cuando naciera, y que lo circuncidara a los ocho días de nacido, porque la circuncisión sería la señal de su pacto. Y a los 99 años, después de haberse cortado el prepucio, ¡milagro!, Sara quedó encinta, y al fin parió a Isaac. Sara tuvo a Risa a los 90 años y dice el Génesis:

“Y circuncidó Abraham a su hijo Isaac de ocho días, como Dios le había mandado. Y era Abraham de 100 años cuando le nació Isaac su hijo”.

Todo el enredo entre judíos, cristianos y musulmanes viene de ahí. Según los musulmanes, o ismaelitas (recuérdese que Mahoma es descendiente directo de Ismael), el primogénito de Abraham es Ismael, y también es Ismael el hijo único a quien Dios ordena sacrificar. Para judíos y cristianos la orden de sacrificar a su (único) hijo es por Isaac. La cosa sería muy clara si la Biblia dijera cuándo ocurre esa orden, si antes del nacimiento de Isaac, o después. Pero la Biblia no lo dice. Dejemos la duda ahí. Lo que sí se sabe es que judíos y musulmanes, después del pacto con Dios de circuncidarse, se siguen circuncidando, como lo hizo Abraham consigo mismo, con Ismael y con Isaac.

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Pasemos a Jesús. Respetando el pacto con Abraham, había que circuncidar a los niños a los ocho días de nacidos. El rito se cumplió, según Lucas, pues este fue presentado en el templo: “cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús”. Los Evangelios no traen más datos y empieza la leyenda de una de las reliquias más curiosas de la cristiandad: ¿qué pasó con el Santo Prepucio? La que a mí me gusta creer es la que dice que la comadrona de María, en vez de enterrar el trocito de piel como solían hacer los judíos, guardó el prepucio en una jarra de alabastro llena de nardos. Más adelante san Juan Bautista, tras la muerte de Cristo, le regaló el prepucio a María Magdalena.

No se sabe bien cómo el prepucio terminó en Roma al cabo de los siglos hasta que el papa León III se lo dio a Carlo Magno de aguinaldo la noche de Navidad del año 800. A partir de ahí las cosas se complican pues son numerosos los conventos, abadías, iglesias y templos de oriente y occidente que se disputan la posesión del auténtico prepucio de Jesús. La cosa es importante porque el Santo Prepucio es muy milagroso cuando un hombre tiene problemas de fertilidad. Por ejemplo, Enrique V de Inglaterra solo consiguió preñar a Catalina de Valois, su esposa, cuando logró apoderarse de la santa reliquia.

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Yo personalmente he visto varios de ellos, en Bizancio, en Coulombs, en Amberes, en Charroux, en Santiago de Compostela, en San Juan de Letrán, pero no puedo certificar la autenticidad de ninguno. Para decir la verdad, el prepucio de Jesús que más me gusta es uno imaginario, aquel con el que soñó en una visión mística Santa Catalina de Siena. En esta visión la santa se casa con Jesucristo y este le pone el prepucio en el dedo anular, como argolla de matrimonio.

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