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La locura, la cordura, la escritura

Héctor Abad Faciolince
22 de mayo de 2022 - 05:30 a. m.

La realidad, muchas veces, es absolutamente insatisfactoria. A veces puede ser molesta, dolorosa, absurda. Hay ruido, violencia, insensatez, agresividad. La gente parece vivir en un mundo paralelo en el que no encajamos. Hay un gran desacuerdo con los otros. Nos afectan las enfermedades de los demás, sus opiniones políticas, su deprimente fanatismo. Percibimos agresividad, egoísmo, indolencia, ceguera. Es tal la distancia con el mundo que nos rodea, que la única manera de soportarlo es salirnos de él y pasarnos a vivir en otra parte: en un mundo en el que las cosas funcionan no como son, sino como nos las imaginamos.

De este escape de la realidad a través de algún proyecto creativo (escritura, música, pintura, álgebra, cine) habla el último libro, brillante, sagaz, incandescente, de Rosa Montero: El peligro de estar cuerda. Hay otras vías de fuga de la realidad más radicales, pero menos aconsejables: el alcohol, las drogas, el peligro, la sed de viajes y aventuras insaciables. Incluso el suicidio, por supuesto, también muy presente como tema en este libro, que es una forma de apagar la luz llevando al extremo más completo la capacidad de huir de la realidad.

Sé, por ejemplo, que hoy debería hablar sobre las elecciones colombianas. La realidad política y electoral es algo que se nos impone, de un modo casi obligatorio, a quienes tenemos espacios de opinión en los periódicos colombianos. Hubo un tiempo, quizá, en el que nuestras palabras tenían alguna importancia, alguna influencia. Creo que ya no es así, que tiene mayor impacto estar en las redes sociales y enzarzarnos ahí en discusiones brutales e insultantes. Si conseguimos ser más sucios y denigrantes que los adversarios en escupitajos verbales, ganamos uno que otro voto para quien preferimos. Pero entrar en ese juego es caer también en una lógica peligrosa y autodestructiva. Corté con ese vicio dañino hace ya mucho tiempo, y cada día agradezco más esa distancia.

Las personas más creativas, nos lo aclara Rosa Montero con datos bien investigados en las neurociencias, tenemos muy delgado el pellejo y sufrimos más con los ataques que nos hacen los odiadores profesionales. Hay un motivo para esto: como las personas creativas tienen mucha imaginación, no hay insulto, por bajo que sea, en el que no hayamos pensado como algo que podría existir en nosotros. Alguna vez nos hemos sentido farsantes, calculadores, hipócritas, egoístas, mezquinos. Hemos experimentado (para poder crear literariamente) todos los sentimientos, tanto los más bajos como los más generosos y altruistas. Cuando nos elogian o nos insultan no nos están diciendo nada nuevo; nada que no hayamos pensado antes de nosotros mismos.

La situación colombiana, tan rabiosa y violenta, y las recetas que tienen las mayorías (sumando izquierda y derecha) para resolver nuestros problemas, no las dicta la sensatez sino el miedo, la revancha o la ira. Lo único que veo por delante no es la esperanza ni la felicidad, sino el abismo. Las dos caras de la moneda tienen dos rostros distintos con una misma mueca: el odio. Y quien ha intentado proponer la armonía, la reconciliación, el trabajo conjunto de los de abajo y los de arriba, es visto como un bobo o como un tibio. Esto es lo que más duele.

Quizá por lo mismo vuelvo al libro de Rosa Montero y al refugio para no enloquecer de desasosiego, de pesimismo. Lo que nos queda es seguir haciendo lo que menos mal nos sale. En mi caso se trata de imaginar y escribir historias. Historias en las que a veces se cuela la Historia, pero no con el fin de demostrar nada, sino solo de mostrar lo que pasa. Y pintarlo con las herramientas del arte que, aunque parta de la realidad real, la transformen en otra realidad inexistente, alternativa, donde podemos pasarnos a vivir, al menos por un tiempo, sin angustia.

Para Rosa Montero no hay más que dos maneras de darle sentido a la vida (o de creer que lo tiene): amar a alguien y ser creativos.

 

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