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La subida de los Zorros

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Héctor Abad Faciolince
18 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.
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El otro día encontré un libro viejo, editado en Roma en 1932, que describía lo que pensaba de la paz el jefe de un famoso movimiento político italiano: “por lo que tiene que ver con el porvenir y el desarrollo de la humanidad, nosotros no creemos ni en la posibilidad ni en la utilidad de la paz.

Rechazamos, por lo tanto, el pacifismo, que esconde una renuncia a la lucha y una cobardía frente al sacrificio. Sólo la guerra lleva al máximo de tensión todas las energías humanas e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen la virtud de afrontarla. Cualquier doctrina, entonces, que parta del postulado prejuicioso de la paz, es extraña al…” y aquí venía el nombre del movimiento. Me parecía estar leyendo un artículo del pomposo Fernando Londoño.

Después, esta misma semana, llegaron las encuestas con la noticia de que la restauración del régimen anterior podría ganar las elecciones en segunda vuelta. Ahora parece que muchos están encantados con el candidato de la Z de Zorro (como él mismo se presenta), es decir con la última letra del alfabeto, esa que en griego es omega ( ), y para muchos es el símbolo de la muerte. Alfa el principio y omega el final. Si el CD, la Compacta Derecha, regresa al poder, volverán la crispación, el abuso de la ley, la arbitrariedad, el desconocimiento de cualquier institución que no siga las órdenes de U, el CaUdillo.

Otros ven a Z con ojos más optimistas. Dicen que la caverna total del partido de U no lo soporta por blandengue, por decente y porque les parece una pelota. Para los cavernarios purasangre, Z los traicionará al llegar al poder, igual que hizo S, y lo mejor sería esperar a que un ultramontano puro como monseñor O se pueda lanzar al ruedo. Sea como sea, por ahora, detrás de Z está U (o no detrás: encima), y lo que viene con U no es solo la doctrina de la guerra, sino el imperio del miedo, la alharaca mentirosa de que Santos está hundiendo a Colombia en el castro-chavismo.

La posición liberal de verdadero centro, hoy representada por el gobierno Santos, es la más difícil de sostener. Basta leer las proclamas de La Habana de la extrema izquierda, que acusan esta misma semana, a quien les ha tendido la mano, de ser “el abanderado de la guerra”, simplemente por ser coherente con lo que siempre ha dicho: que las acciones bélicas cesarán cuando se firme la paz, y no antes, pues de lo contrario el proceso sería como una reedición del Caguán, que cesa las hostilidades para que sus contrincantes descansen y se fortalezcan.

Parece que la estrategia de la calumnia y de la mentira ha funcionado: muchos colombianos están creyendo de verdad que el de Santos es un régimen castro-chavista, vendido al comunismo internacional, aliado de la subversión y el terrorismo, que es la patraña divulgada por Uribe y por la extrema godarria de su movimiento. A no ser que Z, si gana, se posesione como un presidente verdadero, el plato está servido para hacer una constituyente y restaurar no solo una política, sino también un hombre y una letra: el CaUdillo al poder. La extrema izquierda, mientras tanto, convoca a paros y marchas, huele la debilidad de un gobierno en jaque, y aprovecha para miserables ventajas de su clientela sedienta de subsidios, con beneficios para los supuestos representantes del pueblo campesino y el pueblo docente.

En ese sánduche, tendremos que tragarnos el resultado mayoritario del regreso de aquellos que firmarían con su propio nombre la proclama guerrerista del principio, que, por si no lo adivinaron, fue escrita por Mussolini en un opúsculo bastante instructivo para definir al movimiento que llevó a Italia a la destrucción física y a la ruina moral: “La doctrina del fascismo”, se llama el librito, es decir, el libreto con el cual, si Z deja que U se le encarame, se nos gobernará. Y los puros que votan en blanco con tal de no votar por un socialdemócrata, ayudan a que la extrema derecha vuelva al poder. Las mismas cosas se vieron en Europa, en aquellos tiempos.

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