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La torre de Babel

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Héctor Abad Faciolince
24 de septiembre de 2023 - 02:00 a. m.
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Un dialecto es una lengua que no tuvo ejército, es decir, una lengua que no pudo imponerse a la fuerza en el pasado o que no tiene poder suficiente para imponerse del todo en el presente. Cuanto más imperialista haya sido un país, más extensa la lengua que logró obligar a que sus sometidos hablaran. De ahí el auge del latín (en su día) y la extensión del inglés, del español, del ruso, el chino y el árabe en el mundo actual.

Como en el presente la imposición de una lengua a la fuerza es inaceptable para los estándares éticos y no-violentos contemporáneos, los dialectos consiguen ser reconocidos como lengua solo gracias al vigor de su cultura y a su empuje poblacional. Es difícil que una lengua se pueda conservar viva si no tiene siquiera unas decenas de miles de hablantes cotidianos. Eso hace que el yiddish y el muinane sean, lamentablemente, lenguas marginales y casi moribundas. En mi vida he leído varias veces la triste noticia de una gran pérdida de patrimonio cultural: la muerte del último hablante de una lengua. En la Amazonia esto ocurre cada pocos años, por colapso demográfico o por la imposición violenta del portugués o del español.

La semana pasada asistí a la experiencia de dos acontecimientos parlamentarios similares. El primero, en la Unión Europea, al oír el discurso sobre el estado de la unión de la presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Sus palabras ante el parlamento europeo en Estrasburgo fueron pronunciadas sin acento en tres lenguas: inglés, alemán y francés. Pero en los escaños uno movía una perilla y los traductores simultáneos hablaban en italiano, portugués, polaco, griego, etc. Esto, y la pacífica forma en que se debatían las diferencias en esa sede, me recordó las palabras de un poema de Borges:

En el centro de Europa están conspirando. / El hecho data de 1993. / Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan diversas religiones y que hablan en diversos idiomas. / Han tomado la extraña resolución de ser razonables. / Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades. / Los países ahora son veintiocho. El de Ucrania, el último, es una de mis patrias. / Mañana serán todo el planeta. / Acaso lo que digo no es verdadero. / Ojalá sea profético. El lector avisado comprenderá que he cambiado una fecha y unas cuantas palabras. Borges en su poema hablaba de Suiza, pero sé que él no se molestaría si ahora su profecía pudiera ampliarse a buena parte de Europa. La Unión Europea se parece a ese sueño de Borges, que murió en 1986 y por lo tanto no pudo verlo realizado.

El otro acontecimiento, un poco tardío para la historia de España, ocurrió el martes pasado en las Cortes españolas. Al fin los catalanes, los vascos y los gallegos podían dirigirse a los diputados en otras lenguas tan españolas como el mismo castellano: el catalán, el euskera y el gallego. Sobre todo en el caso del euskera, los parlamentarios españoles tenían que acudir al pinganillo, como dicen allá, para poder entenderles a sus colegas. En las Cortes españolas, como si fueran un pequeño Parlamento Europeo, había que acudir también a los traductores simultáneos, esos increíbles constructores de puentes instantáneos entre mundos distintos.

Cuando un país, a estas alturas de la historia del mundo, insiste en ser imperial y colonialista, invade con el ejército y con su lengua países que han resuelto ser independientes. La lengua materna del presidente ucraniano, Zelenski, era el ruso. Ante la invasión de Putin, y como reacción a que una superpotencia trate de imponer su cultura, su lengua y su tipo de gobierno (autoritario) a un país soberano, se entiende que muchos ucranianos quieran ahora olvidar el ruso. Ser bilingües es siempre una ventaja, pero es normal no querer hablar en una lengua que te imponen como ladrones: la lengua o la vida. Si España impusiera el español con su ejército, me parecería normal que los catalanes olvidaran de repente el castellano.

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Eduardo(7668)25 de septiembre de 2023 - 01:35 a. m.
Mis antepasados maternos vivían en el Imperio Ruso. Discriminados se les maltrató y limitó a habitar "la zona de residencia". Dejaraon la Rusia de los zares, aprendieron el Castellano y no tuvieron que escuchar más ladridos en ruso de los cosacos.
Giraldo(196)24 de septiembre de 2023 - 10:20 p. m.
Imponer es una palabra equivocada, los imperios ganan las batallas, pero es el comercio el que populariza lenguas y costumbres, y esto se hace por mutua conveniencia. Nadie obliga a nadie a hablar en ingles, pero no aprenda ingles para que vea a que tipos de trabajo puede aspirar. Un Ucraniano puede escoger no hablar Ruso, pero esta a su favor el aprender Ruso! especialmente en tiempos de guerra
NAVY(47439)24 de septiembre de 2023 - 05:25 p. m.
Muy interesante; una nota: de no haber sido por el imperio romano y su imposicion del latin , no gozariamos hoy de las lenguas romances (español, frances, italiano, portugues, rumano).
Luis(sulhf)24 de septiembre de 2023 - 05:18 p. m.
Ignorar el papel supremamente violento de los gringos y los ingleses al imponer como lengua universal el ingles igual que el español o el portugués es bastante peregrino, o, a propósito, ser , propagandista insulso de una amenaza global como la de la OTAN, y todo ese cartel de seudo imperios que han sometido a los habitantes de este planeta. No hay comparación con lo que sucede entre Rusia sola, y Ucrania mas toda Europa y los EEUU. La historia esta mal contada Sr. Abad, no la tergiverse.
David(0vhxw)24 de septiembre de 2023 - 04:42 p. m.
Por fin dijo algo logico Atenas......
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