Resulta casi normal que dos proyectos populistas antagónicos, el de la mano dura de Bukele y el de la paz total de Petro, vivan enzarzados en interminables batallas verbales por Twitter. Los dos modelos se alimentan de fantasías muy humanas, ambas extremas y las dos fallidas: en la fantasía de Bukele (el nuevo ídolo que la derecha colombiana quiere imitar), la paz pasa por aniquilar o encerrar a los jóvenes pobres y tatuados que son todos malos, drogadictos, traficantes, delincuentes. La solución es meterlos en campos de concentración para lograr la ansiada seguridad, caiga el que caiga. El puño cerrado de un Estado implacable y...
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