Gustavo Petro estuvo más de 40 años buscando el poder, primero por las malas y después por las buenas. Ahora lo ha logrado. En junio, cuando ganó las elecciones, en el discurso de la victoria, dijo que ese era un día histórico y que con su gobierno, desde el 7 de agosto, empezaría “una historia nueva para Colombia, para América Latina y para el mundo”. La humildad no es lo suyo. Una semana después, en la entrevista que dio para El País de España, declaró lo siguiente: “Si fracaso, las tinieblas arrasarán con todo”. No se puede negar que el nuevo presidente se considera importante: con él se escribe la historia y si fracasa vendrán las tinieblas. “Aprés moi, le déluge”, “Después de mí, el diluvio”, como dicen que dijo Luis XV, no sin cierta razón, pues a su sucesor le tocó la Revolución Francesa.
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Gustavo Petro estuvo más de 40 años buscando el poder, primero por las malas y después por las buenas. Ahora lo ha logrado. En junio, cuando ganó las elecciones, en el discurso de la victoria, dijo que ese era un día histórico y que con su gobierno, desde el 7 de agosto, empezaría “una historia nueva para Colombia, para América Latina y para el mundo”. La humildad no es lo suyo. Una semana después, en la entrevista que dio para El País de España, declaró lo siguiente: “Si fracaso, las tinieblas arrasarán con todo”. No se puede negar que el nuevo presidente se considera importante: con él se escribe la historia y si fracasa vendrán las tinieblas. “Aprés moi, le déluge”, “Después de mí, el diluvio”, como dicen que dijo Luis XV, no sin cierta razón, pues a su sucesor le tocó la Revolución Francesa.
Para ser justos hay que reconocer, sin embargo, que Petro ha dicho otras cosas mucho más moderadas y menos teñidas de su talante megalómano y autoritario: declaró que el suyo será “un gobierno de la vida”, que bajo su mandato “nunca habrá persecución política” y que intentaría hacer “un gran acuerdo nacional”. En la parte del gabinete que se conoce hasta ahora, sin duda hay intentos de incluir a expertos reconocidos que vienen de otros movimientos, entre ellos al ministro de Hacienda (in péctore) de Sergio Fajardo, con la tarea titánica de que la economía no colapse; a una ministra de Agricultura liberal, Cecilia López, que tiene el compromiso de hacer (al fin, al fin) una reforma agraria seria e integral; y un ministro de Educación, Alejandro Gaviria, que se ha comprometido (también al fin, al fin) a mejorar la educación pública.
En cuatro años no se cambia la historia ni se construye un nuevo país, pero al menos es posible empezar. Esperemos que no se cumpla el vaticinio del mismo Alejandro Gaviria cuando era candidato: “Yo le voy a describir cómo será el gobierno de Gustavo Petro: el primer año él nombra un buen gabinete de unidad nacional, pero no lo logra cohesionar. Pasan seis u ocho meses y no pasa mucho, se le desbarata el gobierno. Y Petro empieza a tuitear como loco, y básicamente en ese conflicto que él crea de manera permanente, la agenda del país sigue girando alrededor del Twitter de Petro, y no se hace nada”. El problema es que si no se hace nada, difícilmente cambiará la historia, y cuando uno cree que escribe la historia, pero no logra nada, es más probable que emprenda acciones temerarias que podrían ser más dañinas que provechosas. Y ahí sí, tal vez, lleguen las tinieblas de gobiernos autoritarios que se aferren al poder como sea, y sin soltarlo ya. Sin duda Chávez y Ortega cambiaron la historia de Venezuela y de Nicaragua, pero para mal.
En todo caso, por escéptico que uno sea, a cualquier gobierno hay que darle el beneficio de la duda. Es esperanzador que por primera vez haya tantas mujeres como hombres en el gabinete, y casi tantos negros e indígenas en puestos importantes como mestizos y blancos (o blancuzcos, mejor). La godarria racista que ha movido aquí tantos hilos del poder tendrá que darse cuenta de que quienes vienen de mundos muy distintos al suyo, piensan muchas veces con más claridad que ellos, conocen otro país más profundo, y también pueden gobernar. Espero que lo puedan hacer bien y que no se imponga el Petro autoritario sino el Petro conciliador.
En el pueblo de mis antepasados, cuando algo no estaba en sus manos, sino en manos de otros, o del azar, se solía decir: “Recen lo que se sepan”. No creo en dioses ni en ángeles ni en santos, pero de un modo simbólico yo también rezo (escribir es mi rezo) para que este experimento que quiso la mayoría de los colombianos salga bien. Ni al país ni a nadie le conviene que salga mal. Y si saliera mal, que dure cuatro años y no más.