Publicidad

Redes y amplificación de la mentira


Sigue a El Espectador en Discover: los temas que te gustan, directo y al instante.
Héctor Abad Faciolince
05 de mayo de 2024 - 09:05 a. m.
Resume e infórmame rápido

Escucha este artículo

Audio generado con IA de Google

0:00

/

0:00

Llega un momento en que uno empieza a sentirse como esos ciclistas al final de su vida deportiva, ya resignados a ser gregarios de otro, que en una temporada nefasta no logran seguirle el paso al pelotón y se dan cuenta al pedalear sin ritmo, rezagados, de que ese año será su última vuelta. Pero esto no lo digo por el deporte, cuando la vejez nos cae estando jóvenes, sino por la tecnología, cuando la vejez nos llega estando todavía muchísimo más jóvenes que los ciclistas al final de su carrera. Hay un momento en la vida, cada vez más temprano, en que nos damos cuenta de que ya no podemos seguirles el paso a los adolescentes y debemos acudir ya no a nuestros hijos sino a nuestros nietos para que nos expliquen qué es lo que está pasando porque ya no entendemos.

Y, sin embargo, al acudir a ellos, vemos otra cosa. Que son rapidísimos y nos superan en todo lo técnico, pero que hay algo en lo que siguen siendo lo que son, niños: en su credulidad. Los lentos vemos que esos niños carecen de todo criterio para distinguir la verdad de la mentira. En la explosión incontrolada de las redes sociales, los rápidos caen en todas las trampas y no se dan cuenta de que esa jauría que les escupe basura en la cara, no son ni siquiera seres humanos, sino bots diseñados para engañarlos en una red de desinformación y difusión de falsedades.

Así, ahora hay jóvenes y viejos que ya no distinguen las noticias falsas de las verdaderas, que no reconocen la historia y las deformaciones de la historia, lo real de lo inventado, y no se dan cuenta de que creen las noticias falsas más delirantes y de que caen en ellas como moscas en una telaraña. Claro que la desinformación y la mentira siempre han existido, pero nunca antes había tanta capacidad de volverlas virales, hasta convertirlas en verdaderas epidemias de falsificación, de distorsión, perfectamente diseñadas para despistar a los ingenuos, por supuesto, pero incluso también, y cada vez más, a los más cautelosos y escépticos.

Video Thumbnail

Hoy en las redes se incita al miedo, a la ira, a la polarización, a la indignación permanente, y se difunde la idea de que todos son iguales, los medios serios y el último influencer, todos mentirosos, todos indecentes, y entre tanta basura informativa se acaba por no creer en quienes ofrecen información contrastada, verificada, donde no caben los delirios de cualquiera. En un ambiente virtual descontrolado, los entusiastas del odio y la discordia repiten patrañas e infamias evidentes. Y estas las recogen los siempre listos a creer teorías que, cuanto más demenciales, les parecen también más convincentes.

Hay países muy poderosos gobernados por déspotas (Putin es, entre otros, el ejemplo más evidente) que tienen fábricas de desinformación para construir y difundir falsedades, y que les pagan a “líderes de opinión” locales, para que estos hagan la tarea de propagar la mentira fabricada por ellos, que luego sus bots se encargan de amplificar de modo que sea tan grande la aparente difusión de la infamia que esta parece ser innegable, ya que la gente supone que no puede ser mentira lo que tantos repiten, sin importar que la mayoría de esos muchos aparentes no sean personas, sino robots programados y pagados para replicar lo que les ordenen quienes los crearon y pusieron al servicio de Estados, intereses y, sobre todo, estrategias diseñadas para crear caos e inestabilidad en algunos países.

Cada día se necesitan más guardianes de la verdad, mentes e instituciones capaces de rastrear y contrastar la mentira y la basura incesante que circula en las redes, expertos en información con tiempo de contrastar y de desmontar la avalancha de mentiras producidas por la propaganda. Y cada vez se necesita más gente (joven y vieja) dispuesta a informarse bien y a pagar por estar bien informados y no sometidos a la creciente manipulación de la verdad, a la deformación de la realidad y a la desinformación viral y delirante.

Conoce más

Temas recomendados:

 

Daniel(41805)06 de mayo de 2024 - 05:06 p. m.
Totalmente de acuerdo. Hay que sumarle que los algoritmos favorecen la información más radical, sin importar la veracidad, porque genera más apego y por lo tanto, más dinero. Existen verificadores por iniciativas periodísticas privadas y son apoyadas financieramente por las redes para limpiar su imagen, pero no se esfuerzan en lo más mínimo porque esas verificaciones lleguen a la gente.
Chirri(rv2v4)06 de mayo de 2024 - 08:16 a. m.
De mentira en mentira, murió un caballo de carreras en plena competencia en USA. Le dieron burundanga republicana revuelta con maíz pira.
José(15599)05 de mayo de 2024 - 10:25 p. m.
Lo lamentable Hector Juaquin es que no solo en las redes sociales se miente. Creo que ahora si se debería exigir Tarjeta Profesional a los periodistas que trabajen en los medios de comunicación abierta. Las personas pueden decir lo quieran por las redes sociales asumiendo las consecuencias que se deriven de sus dichos; pero a quienes se expresan a través de una emisora, un periódico o un canal de tv, las exigencias en materia de verdad y seriedad a la hora de opinar, deberían ser mayores.
Gilberto(54899)05 de mayo de 2024 - 08:35 p. m.
El Espectador, Dom 5 de Mayo 2024 - Tola y Maruja sermonean a Petro tras las marchas- : Ole, tías: se les olvidó mandales un pocillao de valeriana reforzao con mariguana a los uriBESTIAS pa´quitales el insonio y las churrias que les dejó el jurgononón de gentío que acompaña con cariño al "Ojibrotao" ese.
José(91448)05 de mayo de 2024 - 08:15 p. m.
Lo que más resalto es que en esta columna no habló mal de Petro.
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.