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Se aclara el panorama

Héctor Abad Faciolince

05 de diciembre de 2021 - 12:30 a. m.

Hay en ciertos políticos prácticas, actuaciones y vicios que revelan un rostro muy claro, por mucho que se esconda detrás de máscaras aparentemente ideológicas o programáticas: es el rostro de la codicia, cubierto con el disfraz del servicio. Lo que ese rostro dice, sin palabras, es lo siguiente: “Los políticos de derecha en el poder ya han robado bastante. Ahora nos toca robar a nosotros”.

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La entrada de varios corruptos y avivatos —algunos con prontuario judicial, otros con numerosas absoluciones redactadas por contralores de bolsillo— a la supuesta izquierda del Pacto Histórico aclara el panorama. Su ruidosa llegada al grupo del líder en las encuestas quiere decir: unámonos y cooptemos el Estado en compañía, con un porcentaje pactado de puestos, contratos y ministerios que nos permitan sacar tajada. Si pactamos, les ponemos los votos cautivos de nuestras clientelas en las provincias o las iglesias.

Los más idealistas de la izquierda, aquellos que conservan de verdad la ilusión de la justicia y la igualdad, se oponen al cinismo patente de su líder e intentan protestar. Dicen: “Ganar sí, pero así no”. Los otros, en cambio, los cínicos y mercaderes, admiten su astucia. La admite muy claramente el senador Bolívar: “Los angelitos no llegaremos solos a la Presidencia”. Traduzco: el poder bien merece un pacto con el diablo. Y el senador que no paga impuestos se incluye entre los angelitos. Si este es el angelito, ¿cómo será el diablo?

Esa misma alianza y repartición de poder entre una izquierda de fachada (de máscara) que esconde un espíritu de negocios con contratos inflados y corruptos es la que se ensaya y practica en Medellín. Funciona bien y si se hace con maña (y con contralores de bolsillo) es difícil de desenmarañar. Quintero, el Petro sonriente de las montañas, coloca en puestos decisivos no solo a sus parientes directos, sino también a los contratistas y negociantes de Luis Pérez, el “grupo Orión”, digamos, unidos con las disidencias ávidas del Centro Democrático. El negocio redondo acaba con lo mejor que se había construido en Medellín durante decenios: unas empresas públicas éticas, técnicas y antes impermeables a la política de los puestos inútiles y bien pagados. Un INDER que de verdad trabajaba por el deporte y el bienestar, convertido en botín contratista. Angelitos y demonios aliados en un proyecto cleptocrático. Ese es el proyecto local que sirve de modelo al Pacto Histórico nacional. Se aclara el panorama.

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También en la derecha, con la derrota no admitida de la parte más rancia, facha y reaccionaria (Cabal), la de los terratenientes macabros, se perfila ahora un pacto de Zuluaga con el grupo de exalcaldes. En cierto modo tranquiliza que no estemos ante la perspectiva del triunfo posible del sector falangista de la derecha, el que arrasaría con las libertades mediante una herramienta incluso peor que el robo del Estado: su uso como arma violenta para suprimir a los que disienten, a los que protestan. La continuación de la barbarie. Entre los ladrones y los sanguinarios, uno habría tenido que escoger a los ladrones. En este sentido el panorama a la derecha no muestra los nubarrones más negros sino tonos de grises, no todos intolerables.

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Y por último se aclara también el panorama del centro. Es magnífico que Alejandro Gaviria, como era lo más lógico y deseable, se haya unido al grupo de la Esperanza: Humberto de la Calle, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán, Íngrid Betancourt, Juan Fernando Cristo, Jorge Robledo… Aquí hay un núcleo que representa el sueño de un país nuevo y distinto que evoluciona (sin atajos revolucionarios que se estrellan con lo imposible) hacia la igualdad, las oportunidades y la justicia. Se le teme tanto a este movimiento que quienes lo odian están usando la justicia para intentar impedir que llegue al poder. El contralor, al servicio de los de arriba, usa su puesto para sacar del juego al más opcionado. Ya no tendrá tiempo de descabezarlos a todos.

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