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Simplificar: de 30 a tres, a dos, a uno

Héctor Abad Faciolince

28 de diciembre de 2025 - 12:07 a. m.

Hasta hace poco había en Colombia unos 120 precandidatos a la presidencia de la República. Como decía Antonio Caballero, en nuestro país todos los políticos (y muchos no políticos) aspiran a ser presidentes. Además, a mucha gente le encanta que le digan “excandidato presidencial”. Así no haya llegado ni al 1 % de preferencia en las encuestas, ese título parece que da valor y prestigio para postularse siquiera a la alcaldía de una ciudad intermedia. Pero esos 120 que había hasta hace poco, se han reducido a poco más de treinta. La lista se ha depurado. Tras las consultas del 8 de marzo la baraja podrá reducirse a un puñado de candidatos con opción de llegar a más del 5 o 10 % de los votos.

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Muchas cosas pueden pasar en los primeros cinco meses del año 2026, es decir, hasta el 31 de mayo, fecha de la primera vuelta de las presidenciales. Antes de esto habrá consultas, elecciones al Congreso, volteretas, enfermedades, conmociones… esperemos que no haya ni un magnicidio más. La necesidad, el azar y la voluntad van a interactuar y estos tres elementos combinados van a decidir el destino del país. Contra el azar poco podemos hacer. Nos quedan la necesidad y la voluntad: ¿qué necesita Colombia y qué queremos para nuestro país?

Si la diosa Fortuna, o el azar, no trastoca cualquier cálculo, yo tengo muy claro lo que creo que el país necesita (la necesidad) y también muy claro lo que quisiera para mi país (la voluntad). No veo posible un escenario en el que un candidato gane en la primera vuelta. Es más que probable, casi seguro, que el candidato del actual presidente pase a la segunda vuelta. Por tautológico que suene, estar en el poder da mucho poder. Para empezar, el de la gran chequera de puestos y contratos de Estado. Aunque el 40 % de aprobación de Petro no se pueda endosar automáticamente a Cepeda, a este le basta un 30 o 35% de los votos para pasar a segunda vuelta. Creo, entonces, que el candidato del Pacto Histórico que va a pasar a las elecciones de junio ya está definido. Y es aquí donde con más fuerza entra a jugar lo que queremos (la voluntad) para Colombia, y lo que creemos que el país requiere (la necesidad).

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No creo que el país necesite un Pacto Histórico dos. En vez de la paz total, los homicidios y la inseguridad han aumentado. En lugar de la educación para todos, las principales universidades públicas están en quiebra. El sistema de salud está mucho peor que hace cuatro años. La deuda pública y las pensiones están en cuidados intensivos. La corrupción aumentó y solo cambió de manos, como si la consigna hubiera sido: “Ya ellos robaron bastante; ahora nos toca robar a nosotros”. Un Petro II a través de Cepeda, sería, pues, indeseable. No es lo que el país necesita.

El antagonista más probable hasta hoy, está representado por un negociante de la justicia de extrema derecha bautizado por un analista conservador como “De la Espriella el destripador” a quien le gusta salir en fotos con los capos paramilitares. Esta alternativa sería aún peor que la de Cepeda. Nos queda un único voto útil que representa lo que el país necesita, y lo que uno quiere para Colombia: Sergio Fajardo. No es un tibio centrista: es un radical de la seguridad, la anticorrupción, la justicia social y el acuerdo sensato, no arrodillado, con la clase empresarial.

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Se dirá que defiendo al que siempre he defendido (desde el milenio pasado) por amistad. Es verdad que soy amigo de él desde antes de que fuera político, cuando era profesor. Y lo seguí siendo cuando decidió lanzarse al servicio público y fue el mejor alcalde que ha tenido Medellín. Porque lo conozco, sé que es una buena persona y un tipo incorruptible. Alguien como él, conciliador, pacífico, estudioso, sería una gran novedad para el país. Una necesidad. Y una inmensa voluntad para hacer el bien. La polarización entre De la Espriella el Destripador y Cepeda, sería la reedición de Rodolfo-Petro. Fajardo es el antídoto contra este dúo nefasto.

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