Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Tartufo en la iglesia de San José

Héctor Abad Faciolince

03 de agosto de 2025 - 12:07 a. m.

El domingo pasado, la víspera de la emisión del fallo que debía declararlo inocente o culpable, el expresidente Uribe (según una crónica publicada por El Colombiano) “se apegó a la fe”, es decir, fue a misa en una iglesia del centro de Medellín. Este acto de devoción, dijo el diario antioqueño, era privado: “El político decidió ir a misa en horas decisivas para su vida personal y para la historia política y judicial de Colombia”.

PUBLICIDAD

Ignoro si el expresidente, según ordena el primer mandamiento de la Santa Madre Iglesia, cumple regularmente el precepto de “oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. Si lo hace, lo más normal sería que lo hiciera (este y los otros domingos) en la parroquia cercana a su domicilio que, como es de público conocimiento, está en la vereda de El Tablazo, en Llanogrande, municipio de Rionegro. La blanca capilla de El Tablazo es recogida y sobria; o si no le gusta ese templo tan humilde, hay otro más grande en el Seminario, también a pocos kilómetros de su casa. A cualquiera de las dos iglesias se puede asistir solo, o con la esposa, sin comitiva y sin tanto alboroto.

Pero no, el expresidente resolvió ir a misa con José Obdulio y Óscar Darío (Gaviria y Pérez, respectivamente, dos de sus alfiles), 120 invitados más de su partido, y toda una caravana que, señala la crónica del periódico local, llegó a la céntrica iglesia de San José, en plena Avenida Jorge Eliécer Gaitán, y atiborró el atrio “de escoltas, camionetas blindadas y curiosos”. Seguramente fue pura casualidad que también un periodista de El Colombiano se encontrara precisamente allí para poder narrar que Uribe, después de arrodillarse (“los ojos verdes del líder político estaban fijos en el altar”), aprovechara “el momento para elevar su oración personal”.

El diario no reporta si el expresidente comulgó o no, pero después del “podéis ir en paz”, Uribe tuvo la suerte de que la ceremonia se prolongara con las notas marciales del himno nacional, lo que le permitió asumir la posición de firmes que tanto le gusta, apoyar la manito en el corazón y poner la cara compungida de monaguillo que combina, en dosis parecidas, con la de energúmeno. Después del himno, el expresidente se reunió con el presbítero Jorge Mario Acosta en la sacristía, “donde hubo una última oración”. Tras la íntima reverencia, a la salida del templo, Uribe improvisó un discurso de una hora y cuarto en el que, siempre según la crónica citada, “no habló directamente del juicio en su contra”, aunque sí aprovechó para referirse al “flagelo del turismo sexual” y “rechazó a Hamás y apoyó a Israel”.

Read more!

Este publicitado despliegue de piedad ¿era de verdad una muestra de apego a la religión, de íntimo recogimiento para aceptar –con resignación cristiana– la absolución o la condena por los delitos de soborno y fraude procesal? Tengo mis dudas. Las grandes obras literarias nos ayudan a distinguir el verdadero rostro y las falsas máscaras de la fe. Quizá no haya obra más grande sobre la hipocresía que El Tartufo de Molière, dedicada a un falso devoto, Tartufo, que peca y reza, y por un tiempo empata. Lo típico del falso devoto es encubrir sus desafueros mediante la ostentación de una piedad desmedida. Al tiempo que roba y seduce, Tartufo hace saber que lleva una profunda vida

Read more!

espiritual.

Más allá de esta risible misa publicitaria, pienso que el argumento indirecto más sólido para creer en la seriedad del veredicto y de la condena de la juez Heredia lo dio el mismo expresidente cuando reconoció que su primo, el condenado por paramilitarismo Mario Uribe, fue quien le presentó y le llevó varias veces a su finca en El Tablazo al abogado Diego Cadena, hoy suspendido, quien fue el encargado de peregrinar por las cárceles para pagar sobornos a los testigos en su contra, de modo que estos se retractaran. En la obra de Molière muchos creen en la inocencia de Tartufo hasta que ven con sus ojos y oyen con sus oídos la verdad. A veces en el mundo pasa igual.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.