El título de este artículo es —al mismo tiempo— un deseo para el año que comienza y un resumen del año que acaba de terminar. Con un ojo miro hacia el futuro y con el otro al pasado. Empiezo por el pasado, por el tremendo 2020 que hemos vivido y que parecía, al principio de la pandemia, por allá por abril y mayo, que sería fatal para los libros impresos. Les tengo una buena noticia: la cosa no fue así y los libros se defendieron muy bien en este duro año. Al parecer la lectura sigue siendo, para muchos de nosotros, un refugio, un consuelo y una salvación.
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Si voy de lo global a lo local hay que saber, por ejemplo, que la primera tirada del libro de memorias de Barack Obama fue de tres millones de copias, solo en Estados Unidos, y que estos ya se agotaron y han tenido que imprimir otro millón, de los cuales, antes del 31 de diciembre, habían vendido ya 300.000. Michelle y Barack Obama hicieron un contrato conjunto por sus dos libros de memorias. El anticipo para ambos fue de 65 millones de dólares, para todas las lenguas del mundo. Pues bien, es probable que esa cifra se cubra en Estados Unidos y que las demás lenguas sean solo ganancias para una de las parejas más carismáticas del globo. Les fue bien a los Obama y también a Penguin Random House (PRH), su editorial. No puedo hacer el recuento de la venta de libros en los grandes países del mundo, pero lo positivo es que esta industria creció en el año más raro de nuestra vida, como si el libro fuera un objeto inmune a la recesión y un refugio en la depresión.
Viniendo a lo local, Colombia, y aunque no haya un fenómeno emblemático como los libros de los Obama (que de algún modo arrastran a muchos otros e incluso financian los pequeños tirajes de libros para lectores más selectos), las noticias también son buenas. He consultado con el director general de PRH para Colombia, Carlos Lugo, y él cuenta que, después de un momento de alarma y estupor al estallar la pandemia, cuando nos confinaron y cerraron las librerías, el sector tuvo una reacción magnífica. Los libreros se supieron adaptar a la nueva situación y mejoraron o crearon canales de distribución online. Hubo una caída sustancial por el hecho de que no hubiera ferias del libro (en especial las de Bogotá y Medellín), las cuales representan un porcentaje importante de las ventas anuales de todas las editoriales. Pero los libros resistieron a tal punto que diciembre del 2020 fue el mejor mes de la historia de PRH y de varias librerías del país.
Hay algo que se debe resaltar: Colombia, quizá por ser un país acostumbrado a sufrir y a sobreponerse a las peores circunstancias, al menos en el sector de los libros, fue el que tuvo el mejor comportamiento y los mejores resultados en América Latina, por encima de México, Argentina, Chile y Perú. En el grupo editorial más grande del mundo, para la lengua española, Colombia solo estuvo detrás de España y de Estados Unidos. Se vendieron bien las novedades y también el fondo, es decir, los libros publicados en años anteriores. Obviamente hay sectores que sí sufrieron, sobre todo los de texto escolar y los libros universitarios, muy afectados por la educación no presencial.
Contra lo que se suele decir, que los colombianos no leen libros, hay que decir que incluso en este año de la peste hemos leído mucho más que antes. Hay un porcentaje de la población nada despreciable que encuentra en el libro impreso una salida para la angustia y una herramienta para saber más. Los editores no perdieron el puesto, las imprentas recibieron el pago por su trabajo. Las pequeñas librerías no cerraron.
En un año cargado de malas noticias la industria del libro en Colombia nos da una gran alegría. Y no solo en los grandes grupos transnacionales como Planeta o PRH. Incluso a una editorial alternativa y muy pequeña como Angosta Editores le fue muy bien. Por eso mi ojo que mira hacia el futuro ve también un año 2021 lleno de libros y buenas lecturas. Un año feliz.