El antisemitismo, que llegó con los nazis a su peor extremo como genocidio, ha llevado a matanzas específicas contra judíos inocentes (pogromos), antes y después de la II Guerra Mundial. Sin necesidad de remontarse siglos, limitémonos a algunos pogromos del siglo XX, episodios de odio y de masacres totalmente injustificados contra el pueblo judío.
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En 1929, mucho antes de la constitución del nuevo Estado de Israel, hubo un pogromo en el que los palestinos masacraron a comunidades judías que llevaban más de un siglo viviendo en los alrededores de Jerusalem. Durante y después de la Segunda Guerra Mundial hubo pogromos en varios países árabes contra ciudadanos judíos. Incluso en América, una región del mundo que uno creería a salvo de este tipo de masacre, ocurrió un pogromo contra judíos obreros y anarquistas en Argentina (1919). Durante la Revolución Rusa, a pesar de que entre los revolucionarios había judíos, ocurrieron pogromos contra judíos ricos por parte de los comunistas, y pogromos contra judíos pobres por parte del ejército blanco.
Como recordaba recientemente Harari, el Estado de Israel se estableció con un fin específico: para que a los judíos no los siguieran masacrando en el mundo entero. Al menos a partir del romanticismo muchas naciones se convencieron de que los pueblos necesitan un país, bien sea para encerrarse en él o para poder irse de ahí. El sionismo fue eso en su origen, un movimiento de regreso romántico a la tierra que, según la Biblia, les había sido dada por Dios a los judíos. Mentira o verdad que sean, todos los pueblos se nutren de mitos, de ficciones.
Quizás el mayor error que se cometió al establecer el Estado de Israel fue no haber constituido también un Estado para el pueblo árabe más despreciado y menos ayudado por los árabes, el palestino. Intereses coloniales de naciones árabes y europeas impidieron que se dieran al mismo tiempo los dos países. Ningún país árabe estuvo de acuerdo con la creación de Israel (trataron de destruirlo desde el día uno) y tampoco, al principio, con la creación de un país palestino. Este pecado original ha hecho que la situación en esa región del mundo sea trágica. Cuando al fin unos pocos estadistas israelíes estuvieron de acuerdo con la creación de un estado palestino, fueron asesinados por copartidarios de ese fanático de extrema derecha que gobierna en Israel hace casi tres lustros, Netanyahu.
El ataque de Hamás a Israel del sábado 7 de octubre tuvo dos vertientes: una, la menos importante, podría definirse de legítima defensa contra objetivos militares israelíes. ¿Por qué? Por los territorios palestinos invadidos ilegalmente con el permiso y apoyo de Israel, y en especial alentados por Netanyahu. Y otra vertiente, espantosa y absolutamente repudiable, que tuvo forma de pogromo, es decir de terrorismo puro y duro, de asesinato colectivo, en el que se masacraron a cientos de civiles inermes, se secuestraron decenas de judíos de todas las edades. Que haya ocurrido un pogromo dentro de las fronteras de Israel es un fracaso absoluto del Estado y en particular del gobierno prepotente, derechista y extremista de Netanyahu. El corrupto que se hizo reelegir usando sus fotos con Putin, Trump y otros líderes autoritarios y “fuertes” del mundo.
Fuera de ser antisemita, llamar “campo de concentración” a Gaza, o genocidio a los crímenes cometidos contra los palestinos, también es inexacto. Dentro de Israel casi el 17 % de la población es árabe de origen palestino. A lo que sí se parece esa estrecha franja de tierra donde se hacinan dos millones de palestinos (ahora masacrados por los bombardeos indiscriminados, el hambre y la falta de agua) es a un gueto. La franja de Gaza es un gueto del que no se puede salir si el Estado de Israel no lo autoriza. Y un gueto porque si un niño asoma la cabeza más allá del muro, le pegan un tiro. Que era lo que pasaba en el gueto de Varsovia.