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Hay dos maneras de vivir la vida que pueden remitirse a los dos personajes fundacionales de nuestra cultura: Aquiles u Odiseo (que otros llaman Ulises). Según una aguda distinción de Matteo Nucci, aunque los dos héroes homéricos luchan contra la muerte, Aquiles se opone a ella despreciándola y Odiseo se le enfrenta esquivándola. Así, el furioso Aquiles se lanza siempre a la batalla y muere joven, mientras que el hombre de las infinitas astucias, Odiseo, con las mil estrategias de su ingenio consigue volver a Ítaca y llegar a viejo. “Dos modelos para afrontar la vida y la muerte, y para escoger cómo gastar nuestra única riqueza verdadera: el tiempo que nos ha sido dado”, dice Nucci.
No es difícil encontrar ejemplos de uno o de otro en la vida literaria o política de las naciones. Aquí Andrés Caicedo representa claramente el camino de Aquiles en la literatura: una obra temprana y fulgurante, una pasión por el cine, la música, la escritura, y un tal desprecio por la decadencia que opta por la muerte temprana. Nuestro Odiseo, en cambio, García Márquez, con todas sus artes y habilidades, burla una y otra vez la muerte (logra vencer dos veces el cáncer) hasta el punto de asistir antes a la muerte de su alma que a la de su cuerpo, en una vida que se extiende casi noventa años. Hay quienes viven la vida con tal intensidad que son ya grandes poetas a los 15 años (Rimbaud) y han terminado su carrera a los veinte. Como otro Aquiles criollo, Luis Carlos Galán, que fue ministro de educación a los 26 años. El muy habilidoso López Michelsen, en cambio, como Ulises, viviría muy despacio hasta extinguirse, más que morirse, a los 94.
No todo es longevidad, en cualquier caso. Hay Odiseos abandonados por los dioses que se ahogan en el primer naufragio. Hay Aquiles a quienes el destino no les señala su talón. Tengo una hermana Aquiles que fuma desde los doce años y está vivita y coleando; y otra hermana cuidadosa y deportista muerta en la adolescencia por una enfermedad traicionera imposible de evitar con buena dieta y ejercicio diario. Para ser Odiseos cabales no bastan las astucias; se requiere también cierta ayuda de la fortuna.
El médico y matemático Peter Attia publicó hace unos meses el best seller gringo de la temporada: ‘Outlive: The Science & Art of Longevity’ (Sobrevivir: la ciencia y el arte de la longevidad). El libro nos propone estrategias (se diría odiseas) para tener una vida más sana y más larga física y mentalmente. Estas van más allá de lo más obvio y que todos sabemos: no fumar, no beber, hacer ejercicio, controlar el azúcar, la tensión arterial, los lípidos en la sangre. En salud debemos negociar también con el Odiseo y el Aquiles que todos llevamos dentro. Siempre me ha impresionado lo longevos que suelen ser los pintores (sobre todo comparados con los poetas) y quizá hay un sencillo consejo de Attia que lo explica: es mucho más sano trabajar de pie que sentados. Dickens, Tolstói, Churchill, Philip Roth escribían de pie y vivieron muchos años. Bueno, también Virginia Woolf y Ernest Hemingway, que se mataron. En todo caso si uno se emborracha a diario, como Joseph Roth, Fernando Pessoa o José Alfredo Jiménez, es difícil llegar siquiera a los cincuenta.
Según Attia, muchos estamos abocados, al final de la vida, a una “década marginal”. Diez años en los que ya, por discapacidades o enfermedad, mantenemos la inercia de la vida, pero sin poder hacer ya aquellas actividades que nos daban placer. Envejecer es despedirse de ciertos gustos; yo dejé la bicicleta tras la muerte accidental de dos amigos. Para mí será siempre un gusto inmenso poder leer, pero y ¿si llega un momento en que ya no entiendo lo que leo? Quisiera poder caminar al menos tres horas hasta el mes de mi muerte, y nadar una hora. Que envejecer no sea despedirnos de lo que más nos gusta depende en parte de las astucias de Odiseo. Y en parte de la suerte.
