Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Hackeando la democracia

Héctor García

08 de noviembre de 2025 - 10:18 a. m.

Estudio realizado con ocasión de la conferencia de clausura de la Cátedra Internacional Peter -Hans Kolvenbach S.J. que dicté en la Universidad Rafael Landívar Guatemala (sep. 04, 2025).

Un reporte de Trend Micro advierte que los delincuentes digitales están utilizando la inteligencia artificial como un multiplicador de sus operaciones.
Foto: Freepik
PUBLICIDAD

¿Cómo la tecnología reescribe el poder?

En los últimos años, los sondeos internacionales muestran una marea de descontento ciudadano con el funcionamiento de la democracia: mayorías en países de todos los continentes dicen que el sistema actual no responde a sus expectativas. Un reporte de 2025 del Pew Research Center señala que un promedio del 64 % de los adultos en 12 países de altos ingresos reporta estar insatisfecho con el funcionamiento de sus democracias, frente a apenas el 35 % que está satisfecho.

La insatisfacción con la democracia es evidente, pero antes de analizar sus causas, vale la pena preguntarse: ¿tenemos claro qué significa realmente la democracia? De manera breve, se puede entender la democracia como un conjunto de reglas para que el poder dependa de los votos y de la ley, no de la fuerza ni del capricho. Este concepto implica que la democracia vaya mucho más allá del simple hecho de poder votar: incluye elecciones libres y limpias, información plural, libertad para opinar y asociarse, contrapesos que limiten a los gobernantes y canales para exigir cuentas. Cuando esas piezas funcionan, incluso con desacuerdos, la democracia respira; por el contrario, cuando se tapan, se falsean o se colonizan desde adentro, tenemos democracias enfermas: hay urnas y banderas, pero las decisiones se deforman.

Los problemas que aquejan a las democracias contemporáneas son variados y muchos de ellos son bien conocidos por la población en general: corrupción, partidos políticos débiles, falta de liderazgos, ausencia de transparencia y sistemas electorales que impiden una verdadera pluralidad de opiniones son, entre otros, algunos de los inconvenientes que han generado esa desconfianza frente a la democracia como forma de gobierno.

Ahora, gracias al avance de las tecnologías, la democracia enfrenta nuevos enemigos: la desinformación; las “fake news”; la manipulación de opiniones a través de redes sociales; los bots y los deepfakes constituyen nuevas amenazas que, de no gestionarse correctamente, pueden acabar por completo la confianza ciudadana en los sistemas democráticos de gobierno.

Read more!

Maquiavelo: el influencer de las democracias actuales

Nicolás Maquiavelo fue un escritor y filósofo florentino, ampliamente conocido por ser el autor de la obra El Príncipe, texto en el cual se abordan distintas consideraciones acerca de la manera en la cual se gobiernan los Estados. A pesar de que el libro fue redactado hace más de quinientos años, varias de sus reflexiones tienen plena vigencia e incluso parecen adaptarse a la realidad actual de democracia y tecnología.

Por ejemplo, en El Príncipe quedan claros dos aspectos relevantes: el primero, que lo importante para un gobernante no es ser virtuoso, sino parecerlo ante los gobernados; y el segundo, que si se debe elegir entre ser amado o temido, es más seguro ser temido. Frente a estos aspectos, la pregunta a resolver es ¿cómo se relacionan con la tecnología y la democracia actuales?

Como lo advierte Maquiavelo, la política muchas veces es una cuestión de apariencias y, a su vez, de controlar la percepción pública. El caso de Cambridge Analytica (donde se utilizaron datos de 87 millones de usuarios de Facebook para perfilar y segmentar electores) y documentales como The Social Dilemma dejan claro que este control de la percepción es un objetivo que se puede lograr de manera más eficaz y precisa a través de la creación de algoritmos que manipulan a los ciudadanos.

Read more!

Así mismo, la generación de temor en los votantes para ganar adeptos parece estar más presente que nunca: la polarización, las ideologías extremistas y el aprovechamiento de casos mediáticos para promover causas radicales son el caldo de cultivo que se reparte a través de campañas de desinformación y miedo.

#Hackeando mentes: cuando la tecnología degrada la democracia

El caso de Cambridge Analytica atrás mencionado, por el cual Mark Zuckerberg tuvo que acudir al Congreso de Estados Unidos en varias ocasiones a rendir explicaciones, quizá sea el ejemplo más claro de cómo la tecnología rompe barreras de privacidad, consentimiento y ética para realizar conductas que erosionan la democracia.

Esta afectación se dio debido a que, sin saberlo, millones de personas fueron analizadas para posteriormente enviar mensajes políticos personalizados, sesgando su percepción política e influyendo en su intención de voto; en otras palabras, hackearon la mente del elector. Aunque el impacto real de esta estrategia es difícil de evaluar, algunos estudios muestran que habría contribuido a un incremento promedio del 4% en favorabilidad hacia Trump y un aumento del 3% en votos por correo electrónico.

No ad for you

En el Reino Unido, el referéndum del Brexit evidenció cómo el uso de datos y redes sociales fue determinante para orientar decisiones de millones de ciudadanos, dado que la campaña por la salida de la Unión Europea empleó técnicas de microsegmentación digital, reforzadas por mensajes emocionales sobre migración y soberanía. Investigaciones académicas posteriores confirmaron que cerca del 32 % de los británicos afirmó haber recibido publicidad política en Facebook durante la campaña del Brexit, cifra sin precedentes en la historia electoral del país.

Colombia no ha sido ajena a este tipo de manipulaciones, pues las redes sociales jugaron un rol decisivo en el plebiscito por la paz del año 2016. Estudios posteriores revelaron que la campaña por el “No” utilizó estrategias de microsegmentación digital para movilizar emociones negativas, especialmente el miedo y la desconfianza hacia los acuerdos. Un análisis de la especialista Sandra Botero indicó que la viralidad de los mensajes se basó en un patrón de difusión en WhatsApp y Facebook, que terminó condicionando la percepción pública más allá de la información difundida por medios tradicionales. Las actuales campañas en Colombia, utilizan redes sociales, bots, creadores digitales pagos y un sinnúmero de estrategias digitales basadas en el miedo para ganar adeptos, a partir de la manipulación del elector.

No ad for you

Además de las segmentaciones y los algoritmos, las fake news han sido otro instrumento clave para afectar la democracia a través de plataformas tecnológicas. Uno de los grandes problemas de las noticias falsas es que se difunden con mayor rapidez que las noticias verificadas, a tal punto que estudios científicos demostraron, a partir de un análisis de 126.000 noticias difundidas en Twitter entre 2006 y 2017, que las noticias falsas tenían un 70 % más de probabilidades de ser retuiteadas que las verdaderas, alcanzando a un público más amplio y en menos tiempo.

Los ejemplos de fake news abundan y para comprender mejor hasta dónde puede llegar la desinformación, es útil recordar algunos casos internacionales:

  • En Brasil, tras la iniciativa “Escuela sin homofobia”, se empezaron a difundir noticias falsas sobre un supuesto “kit gay” que estaban repartiendo en las escuelas, pese a que dicho kit en ningún momento se entregó. Además de ello, se difundieron noticias falsas del candidato Fernando Haddad, afirmando que defendía el incesto y el comunismo y que en caso de resultar elegido iba a legalizar la pedofilia.
  • También en Brasil, durante la pandemia, se encontraron más de 800 mensajes falsos acerca del virus COVID-19. Esta desinformación se debió a motivos políticos y ayudó a Jair Bolsonaro a eludir crisis políticas derivadas de los efectos de la pandemia.
  • En Guatemala, de acuerdo con DFRLab, un informe de la Unión Europea advirtió que “operaciones de información amplificaron las narrativas para erosionar la confianza en el proceso electoral y divulgaron información privilegiada de casos judiciales de manera coordinada para influir artificialmente en el discurso político”.
  • En Colombia, se volvió normal el uso de fake news en la política; todos los días se ven noticias falsas atacando a los lideres políticos de los distintos partidos, unos y otros se atacan a través de estas herramientas digitales, de manera indiscriminada y sin ningún tipo de control.

Cabe subrayar que el perfilamiento y las fake news no son fenómenos aislados, sino que muchas veces operan de manera conjunta. A partir de las ideas de estudiosos como el profesor de Harvard Cass Sunstein, se puede establecer que las redes sociales nos muestran solo lo que refuerza nuestras creencias —un fenómeno conocido como ‘cámara de eco’—, lo que alimenta la polarización y además posibilita que, por encontrarse en esa cámara de eco, las personas tiendan a tomar una noticia falsa como verdadera.

No ad for you

El like como herramienta de cambio: cuando la tecnología fortalece la democracia

Al igual que la mayoría de invenciones, la tecnología no es ni buena ni mala, sino que es neutral: su impacto, positivo o negativo, dependerá de quién y cómo la utilice. Por ello, tanto las redes sociales como la tecnología en general también han contribuido a fortalecer la democracia, siendo un canal donde se pueden compartir ideas o posibilitar la oposición organizada frente a regímenes cuestionables.

Uno de los primeros casos emblemáticos fue la Primavera Árabe, en la que plataformas como Facebook y Twitter se convirtieron en instrumentos de convocatoria y difusión de información frente a regímenes autoritarios. Estudios demostraron que el 93 % de las conversaciones online relacionadas con la Primavera Árabe en Egipto y Túnez se centraron en temas políticos y de libertad civil, configurando un espacio de deliberación paralelo a los medios de comunicación tradicionales.

Un caso posterior en Europa fue el movimiento 15M en España, conocido también como el de los Indignados. Este movimiento utilizó redes horizontales digitales para articular demandas sociales heterogéneas y amplificar mensajes contra la corrupción y la crisis económica. Estudios empíricos han mostrado que cerca del 78 % de los participantes en las protestas del 15M declararon haber recibido la convocatoria inicial a través de redes sociales.

No ad for you

En América Latina, las redes sociales también han desempeñado roles relevantes. El proceso constituyente de Chile mostró cómo plataformas como Twitter y Facebook se convirtieron en foros abiertos de deliberación y difusión de propuestas ciudadanas. Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo señaló que el 65 % de los chilenos menores de 30 años afirmó haberse informado principalmente a través de redes sociales sobre el proceso constituyente, lo que evidencia una transformación en las formas de acceso al debate político.

La IA es trending topic en las campañas políticas

Hasta este momento se ha visto cómo la tecnología y las redes sociales tienen un papel cada vez más relevante en la democracia. Sin embargo, este protagonismo de los avances tecnológicos no se deriva solamente del control algorítmico o la difusión de noticias falsas, sino también de herramientas como la inteligencia artificial IA.

La IA no solo facilita la creación de sistemas de recomendación que determinan qué ve cada usuario, sino que también produce de manera autónoma textos, imágenes y videos que pueden influir en percepciones políticas; estas capacidades ya han generado preocupaciones e inquietudes en la población.

No ad for you

Una de las expresiones más preocupantes de la IA en contextos democráticos es la creación de deepfakes. Estos contenidos audiovisuales hiperrealistas generados por algoritmos pueden manipular discursos políticos, atribuyendo palabras o acciones a líderes sin que estas hayan ocurrido. Los deepfakes representan un riesgo crítico para las democracias, pues erosionan la confianza en la información y pueden ser utilizados para incidir en procesos electorales.

En 2024, una encuesta representativa nacional halló que el 90 % de las personas en el Reino Unido expresa preocupación por los deepfakes; el estudio documenta exposición, actitudes y capacidad de detección. Para ese mismo año, en las elecciones de Estados Unidos, según el Pew Research, el 57 % de los estadounidenses estaba muy o extremadamente preocupado porque actores políticos usen IA para crear y difundir información falsa o engañosa durante la campaña presidencial y solo el 20 % de los encuestados confía en que las grandes plataformas impedirán ese uso indebido.

No ad for you

Por ello, la doctrina ya ha indicado que el poder de la IA para moldear la opinión pública constituye un “nuevo Leviatán digital” capaz de actuar de manera más eficaz que los mecanismos tradicionales de censura y propaganda. La diferencia esencial con etapas previas es la velocidad con la que estas herramientas pueden alterar el debate público.

Un ejemplo ilustrativo ocurrió en India, donde durante una campaña electoral se difundió un video manipulado con IA de un candidato que parecía hablar en diferentes idiomas para llegar a comunidades diversas. Aunque el caso no fue determinante en los resultados, mostró cómo la IA puede alterar la percepción de la autenticidad política.

La cultura audiovisual ya había anticipado este riesgo: en la serie Black Mirror, capítulo The Waldo Moment, se presenta a un personaje animado controlado por un comediante que, gracias a la tecnología, logra más influencia que los políticos tradicionales. Aunque satírico, este ejemplo plantea un interrogante vigente: ¿qué ocurre cuando la autenticidad desaparece de la política?

No ad for you

Otro fenómeno ligado al uso de IA en escenarios democráticos es el despliegue de bots políticos. Estas cuentas automatizadas difunden mensajes de manera masiva, amplificando narrativas y manipulando tendencias (En Colombia también se suelen asociar estas estrategias a las denominadas “bodegas”).

En Brasil, investigaciones del Departamento de Análisis de Políticas Públicas demostraron que el uso de bots en la campaña presidencial llegó a más del 12 %, lo cual equivale a más de 680.000 interacciones falsas.

Estas cifras muestran que la IA no solo afecta la esfera informativa, sino que también interfiere con la percepción de legitimidad en los procesos electorales.

Otros ejemplos del uso de bots son los siguientes:

  • Un estudio en Ecuador encontró la presencia de cerca de 30.000 bots en campañas políticas, afectando la percepción de los votantes.
  • Un reporte del Carter Center detectó el uso de bots en la campaña política del año 2021 en Honduras. Concretamente, se encontraron 317 cuentas falsas que se encargaban de difundir información falsa manipulando al elector.

Los efectos de esta manipulación son profundos: la propaganda automatizada puede amplificar la polarización, distorsionar la representación de la opinión pública y al alterar las métricas de popularidad, los bots generan la ilusión de consenso o disenso, afectando directamente la manera en que los ciudadanos y los medios perciben la relevancia de ciertos temas.

No ad for you

A pesar de los riesgos indicados, la IA también ofrece oportunidades para fortalecer las instituciones democráticas. Por ejemplo, algoritmos de análisis de datos pueden contribuir a detectar fraudes electorales, mejorar la transparencia gubernamental y ampliar los mecanismos de participación ciudadana.

La clave, como ya se ha concluido por parte de varios estudios, no es rechazar la IA, sino integrar principios éticos y mecanismos de rendición de cuentas que aseguren que su desarrollo y aplicación no contradigan los valores democráticos.

En El Príncipe, Maquiavelo advertía que el gobernante debía ser “zorro para reconocer las trampas y león para ahuyentar a los lobos”. Esta metáfora cobra nueva relevancia en la era de la IA: los sistemas democráticos deben ser lo suficientemente astutos para identificar las amenazas digitales (deepfakes, bots, manipulación algorítmica), pero también lo suficientemente fuertes para garantizar que la tecnología se utilice al servicio del bien común.

Así, la IA se presenta como una paradoja para la democracia: puede ser la herramienta más poderosa para fortalecer la participación ciudadana y la transparencia, pero también la más peligrosa en la erosión de la confianza y la autenticidad política. Su impacto dependerá de la capacidad de las sociedades para establecer límites éticos y regulatorios que garanticen que la tecnología se ponga al servicio de los principios democráticos, y no de su debilitamiento.

No ad for you

Democracia en modo “actualización pendiente”

El predominio de las redes sociales y la IA parece ser una tendencia irreversible, por lo cual la democracia debe aprender a vivir en estos entornos tecnológicos para evitar defraudar la confianza ciudadana. Más allá de los riesgos palpables e inmediatos indicados en este escrito, existen tres retos fundamentales que deben ser afrontados:

  • Falta de transparencia: Existe muy poca información accesible que permita comprender en detalle como funcionan los algoritmos de redes sociales, como se utilizan los datos personales de los usuarios y como se personalizan los feeds e historias que aparecen en la parte superior o de manera destacada al abrir las aplicaciones. Esto impide que se conozca la manera en la cual se está segmentando la información a los usuarios.
  • La privacidad como utopía: En un entorno de reels, historias, aplicaciones y posts, la privacidad parece haber cambiado su concepto: ya no es un derecho fundamental, sino una utopía. Según el índice de Freedom on the Net, en solo un año, 18 de 65 países monitoreados habían comenzado a usar tecnologías de vigilancia de IA provenientes de China, cifra que aumentó a 47 de 65 para 2019. China es un país referente en materia de vigilancia, pues ha implementado el sistema de “crédito social” para monitorear la conducta ciudadana, condicionando libertades a partir de registros digitales.
  • Tecnología en manos equivocadas: Un informe del Oxford Internet Institute revela que las campañas de manipulación de opinión pública mediante redes sociales ya operaban en más de 80 países, cifra que aumentó de los 70 registrados en 2019, estadística que ratifica la urgencia de desarrollar mecanismos internacionales de gobernanza tecnológica. Al respecto, la falta de una regulación clara parece ser terreno fértil para que los actores políticos sigan manipulando la opinión del votante.

En respuesta a algunos de estos riesgos se han expedido normas europeas como el Digital Services Act (2022) y el Artificial Intelligence Act (2023), que buscan regular tanto la transparencia algorítmica como el uso de IA, sumadas a iniciativas federales en Estados Unidos que prohíben los deepfakes electorales o decisiones de autoridades judiciales en Brasil que obligan a declarar si un contenido electoral fue generado por IA.

Sin embargo, la respuesta normativa es solo el primer paso: el control democrático no puede limitarse a la regulación estatal, sino que debe involucrar a la sociedad civil, a la academia, actores políticos y a organismos internacionales para asegurar un equilibrio entre innovación y protección de valores democráticos. En suma, debe haber una convergencia de actores e intenciones para proteger a la democracia frente al mal uso de los avances tecnológicos.

No ad for you

Si Maquiavelo viviera, sabría que la política ya no se juega en los palacios, sino en los servidores. Las nuevas trampas no se tienden en pasillos de mármol, sino en líneas de código. Quizás la democracia no está muriendo: solo fue hackeada y aún estamos en proceso de encontrar el antivirus correcto.

Por Héctor García

Director del observatorio de Gobierno y TIC de la Universidad Javeriana.
Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.