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Cuando bajo maniobras oscuras y votos comprados la FIFA designó a Catar con sus ocho estadios como sede para el Mundial 2022, todo parecía una utopía. Un país pequeño, lleno de petrodólares y montando un espectáculo universal en fecha atípica, tenía poca credibilidad. Pero el señor dinero todo lo puede y lo consigue. Tan vergonzante es el caso, que por estos días la joya de Blatter, defenestrado de su cargo, admite que Catar no era la sede ideal. Y de paso aventó a Platini, porque como director de la Uefa en esos días se hizo el de la vista gorda, pero con los bolsillos llenos, para adjudicar la sede.
Sea como fuere, ya estamos en modo Mundial y las 32 selecciones, perseguidas por lesiones y acumulación de juegos, buscarán título o figuración. Porque siempre se dice que en las finales figuran las ya conocidas, Brasil, Argentina, España, Alemania y Francia. El resto participan, y es un honor, por supuesto, llegar allí.
Algunas novedades nos esperan. Resultará el último Mundial con 32 participantes, pues el de 2026 tendrá 48 selecciones, sin que necesariamente se garantice más calidad, aunque sí cantidad. Por ello Estados Unidos, con 11 ciudades; México, con tres, y Canadá, con dos, servirán de teatro para el fútbol universal.
En las ayudas tecnológicas los jueces contarán con el auxilio del VAR, o mejor, la disculpa para sus errores y equivocaciones de procedimientos. Estará la famosa chicharra para determinar si el balón traspasó la línea de meta o no. Y, de ñapa, sensores para señalar los fuera de lugar de forma precisa. Quien pida más que le piquen caña. Los de negro, como llamábamos antes a los árbitros, serán 36, entre quienes figurarán seis mujeres y 24 asistentes para VAR.
La otra variación está en el número de futbolistas por selección. Para el de 2018 eran 23, ahora son 26. Teniendo en cuenta estos detalles, vamos ambientando la Copa. Ocurre, y es normal, sea festival de cine o música, que no todos los partidos resulten buenos, entretenidos y con artistas del balón, porque unos cuantos se ubicarán por debajo de la línea de flotación. Sin embargo, es preciso verlos, si no todos, sí en su mayoría, para regocijarnos con algunos de ellos.
Seremos espectadores de sofá de un Mundial cuestionado. Desde la violación de derechos humanos, por el maltrato y las malas maneras empleadas con la mano de obra importada para la construcción de estadios.
Entretanto, seguiremos casi de reojo observando las finales del torneo colombiano, en el que varios equipos están sufriendo para armar los esquemas de juego, por falta de material humano pensante. Estamos sí anhelantes del comienzo del Mundial para certificar las bondades técnicas y tácticas, y, sobre todo, la elección de los mejores jugadores. Porque contrario a la lógica, los equipos se basan en juego colectivo, aunque son los valores individuales los que se llevan los aplausos y los premios.
