Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Después de escuchar las vanidosas palabras de Ramón Jesurún sobre el asunto de la selección, quiero hablar del cobre. No propiamente de la Virgen de la Caridad del Cobre, la cubana, sino de “pelar el cobre”, cuando se hace la evaluación del arrogante contenido de su mensaje y justificación.
Quedó claro que el fútbol es un negocio con el que se enriquecen muchos de sus actores a costillas del público, que es el responsable del pago de boletería, a veces revendida, de camisetas, gorras y otros elementos alusivos a la selección. Y es el público a quien van orientados los mensajes publicitarios de los patrocinadores, usando como vehículo a la selección de Colombia , que finalmente es una selección de la Federación y los dueños de los equipos, como lo recalcó el personaje de marras.
La selección ya no es de todos, como se pregonó con tintes de patriotismo. Es de un grupo, en el que entran a jugar los más diversos intereses de dirigentes, medios periodísticos, agencias de publicidad, etc, sin que tengan cabida opiniones más sensatas. Ellos en sus cónclaves, por no decir aquelarres, diseñan, programan y se lucran de la pasión del genuino aficionado.
A los de la Federación los nombraron los dueños de equipos y es la razón para apoltronarse y disfrutar durante cuatro años, mientras el fútbol colombiano queda abandonado a su suerte o viviendo en período de hibernación e inercia. Eso es tan cierto como que el estatuto del jugador sigue en veremos. El famoso cartel de maniobras para impedir el movimiento de jugadores. Está escrito y nada más. Poco se cumple.
¿Cuáles son los programas de capacitación de técnicos? ¿Cuál es el plan de actualización para jueces? ¿Cuáles son las ayudas para sanear y fortalecer a sus equipos? Aunque, para ser sinceros, los dueños de los clubes tienen el negocio en mente y de ahí que en sus reuniones lo importante es discutir sobre los beneficios que da la televisión, donde está un “bien diseñado” torneo de ascenso y descenso, puesto que hoy se aprecia la presencia de equipos yo-yo, que suben y bajan sin que nadie se atreva a proponer una revisión del tristemente concepto del promedio.
La selección colombiana ya no es del público, es de la Federación. Y de allí que, como negocio privado, contratan técnicos que entran y salen sin que nadie se sorprenda. La selección, la de ellos, es operación privada, pero ofrece un servicio público, porque justamente se apoya explotando la ilusión y la pasión de los aficionados. Hasta los políticos, que no se pierden la corrida de un catre, son atendidos, como ellos creen que lo merecen, cada vez que hay juego en Barranquilla. Ramón Jesurún peló el cobre, por no decir que metió las de caminar, porque cumplió con un requisito muy nuestro: primero hablar y después pensar.
