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La esperanza es lo último que se pierde, dicen quienes recurren a los viejos refranes o reflexiones populares. La selección de Colombia debe ganar los últimos seis puntos en juego en esta ilusión de ir al Mundial de Catar. El tiempo se agota y la necesidad tiene cara de obligación.
La convocatoria para esta empresa siembra dudas e inquietudes. El solo hecho de que figuren en ella tan solo dos jugadores del campeonato local habla a las claras de la poca confianza que muestra Reinaldo Rueda en cuanto al material humano de la casa.
Llevan ventaja manifiesta quienes disfrutan de trabajos en el exterior, quizá por estar allá, independientemente de si son grandes figuras o exhiben alto rendimiento. En este aspecto, el único jugador de élite, mirando los ocho equipos en etapa de finales en la Liga de Campeones de Europa, es Luis Díaz.
Los restantes tienen la obligación de ganar y estar convencidos de que tienen la única opción, para algunos, de llegar a un Mundial de Fútbol, que viene a ser el suma cum laude para un futbolista, así como para un universitario es conseguir un grado académico máximo.
Existen muchas preguntas para Reinaldo Rueda sobre por qué llamó a unos y marginó a otros. Creo que él se fue por aquello de mejor malo conocido que bueno por conocer. El asunto clave es uno solo: ganar haciendo goles, que hasta hoy es el lastre que arrastra la selección, en una mala casilla en la tabla de clasificación, que es una talanquera, un obstáculo a superar.
Vencer a Bolivia en Barranquilla no debe representar un problema mayor, sobre todo por el desempeño de ellos hasta ahora y por la presencia de un grupo juvenil en su mayoría. A regañadientes, sin estar muy convencidos de la convocatoria, es preciso aceptar la escogencia hecha por Reinaldo Rueda, pero son exclusivamente los jugadores en el terreno de juego los llamados a responder a la presión y obligación de obtener esos puntos. El riesgo para ellos es bajarse de la nube y perder el tren del Mundial; para nosotros, una frustración y tristeza de larga duración.
