El campeón Nacional demostró que alcanzó el título por ser un equipo serio y claro en sus objetivos.
Quizás se le pueda señalar como resultadista, pero eso indudablemente queda para alimentar la felicidad de sus hinchas. Demostró de paso que en la era moderna, si así puede calificarse, sólo se registran los datos del ganador, dejando de lado calificaciones subjetivas, sobre si juega bien y de forma vistosa. Se concentra en ganar y lo demás no sirve. Lo hace dentro de un esquema aplicado y donde señalar grandes valores individuales se hace complicado.
Aprendieron sus jugadores, por encima de las rotaciones, a cumplir misiones específicas. Los del fondo toman al hombre rival, sin interesar quién lo hace. A la zona donde va el balón, siempre hay un verdolaga para anticipar. En este juego, sin proponérselo a fondo, entre varios desaparecieron a Lizarazo, el organizador del Cali, quien en los dos últimos dos partidos, los claves, dejó a su equipo sin salida.
Tuvo Nacional jugadores como Duque, quien superó con goles y oportunismo a Ángel y Uribe. Es hombre de área y a ratos simula no estar en el juego y de pronto, como en el segundo gol, se encarga de meterlo. Así de sencillo, como la mayoría de sus compañeros, los mismos capaces de suplir las idas del partido de Sherman Cárdenas. Por prácticos, solidarios, los de Nacional ganaron con merecimiento.
Cali envió a Néstor Camacho a que buscara el gol. Pero deambuló perdido en la delantera, puesto que su compañero Romero no ayudaba; Lizarazo no encontró nunca el pase al vacío y a Leonel le dio por hacer un experimento. Puso a Víctor Giraldo como lateral para subir al medio a Candelo. Tal vez creyendo encontrar en él a un Cuadrado, el de la selección. No funcionó el asunto.
Osorio les dio tal confianza a sus jugadores, disciplina para realizar movimientos en marca y salida, que volvió a ganar. Nacional es justo campeón, porque fue más ordenado, concentrado y contundente en la hora en que se ganan los honores y los premios.
El campeón Nacional demostró que alcanzó el título por ser un equipo serio y claro en sus objetivos.
Quizás se le pueda señalar como resultadista, pero eso indudablemente queda para alimentar la felicidad de sus hinchas. Demostró de paso que en la era moderna, si así puede calificarse, sólo se registran los datos del ganador, dejando de lado calificaciones subjetivas, sobre si juega bien y de forma vistosa. Se concentra en ganar y lo demás no sirve. Lo hace dentro de un esquema aplicado y donde señalar grandes valores individuales se hace complicado.
Aprendieron sus jugadores, por encima de las rotaciones, a cumplir misiones específicas. Los del fondo toman al hombre rival, sin interesar quién lo hace. A la zona donde va el balón, siempre hay un verdolaga para anticipar. En este juego, sin proponérselo a fondo, entre varios desaparecieron a Lizarazo, el organizador del Cali, quien en los dos últimos dos partidos, los claves, dejó a su equipo sin salida.
Tuvo Nacional jugadores como Duque, quien superó con goles y oportunismo a Ángel y Uribe. Es hombre de área y a ratos simula no estar en el juego y de pronto, como en el segundo gol, se encarga de meterlo. Así de sencillo, como la mayoría de sus compañeros, los mismos capaces de suplir las idas del partido de Sherman Cárdenas. Por prácticos, solidarios, los de Nacional ganaron con merecimiento.
Cali envió a Néstor Camacho a que buscara el gol. Pero deambuló perdido en la delantera, puesto que su compañero Romero no ayudaba; Lizarazo no encontró nunca el pase al vacío y a Leonel le dio por hacer un experimento. Puso a Víctor Giraldo como lateral para subir al medio a Candelo. Tal vez creyendo encontrar en él a un Cuadrado, el de la selección. No funcionó el asunto.
Osorio les dio tal confianza a sus jugadores, disciplina para realizar movimientos en marca y salida, que volvió a ganar. Nacional es justo campeón, porque fue más ordenado, concentrado y contundente en la hora en que se ganan los honores y los premios.