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Hablo de algo que no pasa en Colombia para ilustrar mejor lo que pasa en Colombia.
Los medios la han llamado “crisis humanitaria”, y sin duda es un penoso drama humano: miles de niños que ingresan ilegalmente a Estados Unidos para ser deportados sin clemencia o quedar hacinados en los centros de detención en la frontera.
Y en efecto: durante los últimos meses se ha detenido un promedio de casi seis mil niños ilegales sin compañía de adultos, cuando el año anterior se detuvieron poco más de dos mil. Este salto es por supuesto una noticia, y más si se la refuerza con imágenes de niños polvorientos encerrados en patrullas de la “migra”.
La crisis es el tema del debate nacional en nada menos que cinco países —Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador y Honduras— y en cada uno ha producido discursos y complicaciones que agrandan sus efectos y alteran de modos impensados los escenarios y los juegos políticos.
En Estados Unidos, esta crisis entronca con la reforma migratoria que prometió Obama en disputa feroz con los republicanos, y con el “voto latino” capaz de decidir quién sea el próximo presidente. A México lo enfrenta con la doble moral entre el trato que da a los migrantes centroamericanos y el que pretende recibir de los gringos. En Guatemala toca la tragedia del tráfico de niños, en El Salvador se asocia con las pandillas, y Honduras se replantea la relación con Estados Unidos.
En cada caso hay choque de opiniones indignadas sobre quién tiene la culpa: que los gringos, que Obama, que los gobiernos corruptos de Centroamérica, que los padres de familia irresponsables. Y en cada caso se enfrentan dos teorías cerradas sobre qué causó la crisis: la violencia o la pobreza.
Las ONG y la ONU dicen que esos niños huyen de la violencia y que por eso merecen el asilo. Los de derecha dicen que es por pobreza y que esto no es excusa para violar la ley. Pero ninguna de esas dos teorías explica los tres “detalles” esenciales de la noticia: ¿por qué se triplicó súbitamente el flujo de migrantes, por qué de cuatro países al mismo tiempo, por qué son solamente niños y no adultos?
La explicación que los medios no contaron es bastante más simple. Hubo un rezago en el programa de construcción de asilos y, para reducir la congestión, las autoridades decidieron que harían más esfuerzos para contactar a los parientes de los ilegales en Estados Unidos. Pero entonces los “coyotes” descubrieron que era más fácil enviar los niños solos y decirles que dijeran que huían de la violencia.
Esos niños no son huérfanos: son los hijos de millones de indocumentados que darían todo por tenerlos a su lado. No es la violencia ni es la pobreza: es la presión acumulada de la reunificación familiar que accidentalmente encontró una válvula de escape.
Y si esto pasa con las “noticias” en Estados Unidos, ¿qué pasará con las denuncias fletadas de Julito y los videos oportunos de Semana?
Hernando Gómez Buendía *
