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Blablablá

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Hernando Gómez Buendía
07 de noviembre de 2021 - 05:30 a. m.
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El presidente Duque lo dijo en muy buen inglés: Colombia se compromete a reducir a la mitad sus emisiones de gases con efecto invernadero en 2030 y a ser neutral en carbono en el 2050.

Para lograrlo su Gobierno tiene un plan de transición energética que se apoya en ideas novedosas —como la economía circular o las “biodiverciudades”— y está tramitando un préstamo de 500 millones de dólares para enfrentar el cambio climático.

Duque además firmó el acuerdo para acabar la deforestación en 2030 y fue premiado con la inclusión de Colombia en el grupo encargado del Balance Mundial sobre el avance en cumplir los compromisos nacionales que se han venido anunciando.

Yo me sentí en Disneylandia. En ocho años no habrá coca, ni colonos, ni criminales que destruyan nuestros bosques; tendremos varios millones de vehículos eléctricos y al cabo de otros 20 años las ciudades serán verdes. Ya inclusive tenemos palabreada una platica para hacerlo, y lo hacemos tan bien que podemos vigilar a los demás países en el mundo.

Después oí a Bolsonaro y a Putin diciendo que sus países no tumbarían más árboles y empecé a desconsolarme. La economía circular me sonó parecido a la naranja, caí en la cuenta de que 500 millones no alcanzan, recordé que Colombia vive de exportar el petróleo y el carbón, y me sentí estafado al descubrir que el pobre señor Duque no ha logrado cumplir nada ni puede prometer nada.

El desconsuelo se convirtió en pánico al oír a los otros presidentes: más de 100 personajes en inglés mal pronunciado que se quejan, se disculpan, proponen y prometen muchas cosas referentes a la descarbonización del planeta, las energías alternativas, la protección de los mares, los suelos y los aires, las donaciones billonarias a los países más pobres, la adaptación tecnológica y otras lindezas que, no se preocupen, evitarán que la temperatura aumente más de 1,5 °C y la pesadilla que ya estamos viviendo se convierta de veras en el apocalipsis.

Todo eso me pasó por no fijarme en el título de la reunión en Glasgow: COP26. El espectáculo anual comenzó antes de que naciera Greta Thunberg y mucho antes de que nacieran mis nietos: 25 años de un largo y repetido blablablá o de engañarnos los unos a los otros con el relato de lo mucho que estamos haciendo en vez de ver lo mucho más que hemos de hacer para evitar la extinción de la especie.

Cada año, por supuesto, hay novedades. Esta COP26 tiene lugar después de la pandemia, con Estados Unidos de regreso al rebaño, con China y Rusia ausentes, India diciendo que no es justo que los pobres hagan lo que no hicieron los ricos, una escasez de carbón y de petróleo que tiene disparados los precios y las exploraciones, a cinco años del Acuerdo de París o en el momento de renovar las “contribuciones nacionales” que siguen siendo voluntarias… y los científicos diciendo que a este paso la probabilidad de que en 2050 nos hayamos calentando más de 2,0 °C es de 95 %.

Bajo estas circunstancias, lo menos malo que puede suceder es que los 40.000 delegados de más de 100 países no emitan una declaración final ni firmen un nuevo acuerdo. Así al menos sabríamos que los gobiernos simplemente fracasaron, que el futuro depende de nosotros, que el medio ambiente no es una causa romántica y que el autointerés de las grandes empresas, las ciudades y las economías nacionales es la mejor carta que nos queda para seguir viviendo en el planeta.

Ahondo este argumento en Entre la Independencia y la pandemia. Colombia, 1810 a 2020.

* Director de la revista digital “Razón Pública”.

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Julio(87145)17 de noviembre de 2021 - 09:44 p. m.
"y que el autointerés de las grandes empresas, las ciudades y las economías nacionales es la mejor carta que nos queda para seguir viviendo en el planeta." Esto no es necesariamente cierto. El Capitalismo se fundamenta en el crecimiento económico año tras año eso implica más recursos, de todo tipo, por tanto, eso no va en dirección de acabar con la afectación al medio ambiente.
Carlos(58915)08 de noviembre de 2021 - 04:58 p. m.
Muy buena columna, muchas gracias.
Pedro(86870)08 de noviembre de 2021 - 03:29 a. m.
Qué se puede esperar del sub-presidente Duque mandadero de un criminal mafioso e inepto como Alvaro Uribe que lleva 12 años engañando a Colombia. Que habla en el aire y que le escuchan. Si la cumbre es un fracaso nuestro Duque en la cumbre es todavía peor. No sabe ni de economía, ni de finanzas, ni conoce el país, ni sabe gobernar, ni tiene tacto: Es un completo escaparate con alma de viejo
Harolt(4566)08 de noviembre de 2021 - 03:24 a. m.
Comprometerse a acabar la deforestación en 2030 es decirles a los terratenientes asesinos que tienen 9 años para acabar con la Amazonía, la Orinoquía, la selva del Pacífico y los bosques andinos. Y como diría el patrón, "aprovechen mientras quede algo", del mismo modo que les ordenaba a los congresistas de su bancada que votaran los proyectos mafiosos mientras no estuvieran tras las rejas.
ANA(11609)08 de noviembre de 2021 - 12:06 a. m.
Basta con oír los cantos de sirena del subpresidente para saber que lo único que habla, fuera del país, son disparates. Le creen los otros jefes de gobierno porque su discurso también es mentiroso.
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