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¿Chuzadas? No, inocentadas

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Hernando Gómez Buendía
08 de febrero de 2014 - 03:49 a. m.
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Lo primero que sorprende es la poca inteligencia de nuestra inteligencia.

No solo por dejarse pillar de un reportero, sino porque no había secretos que buscar. Los generales Mora y Naranjo fueron nombrados para que el Ejército y la Policía conocieran al dedillo lo que sucede en La Habana. Santos y de la Calle viven reunidos con el alto mando. Y en todo caso lo que cuenta son las propuestas de la delegación, no lo que algún delegado comente por teléfono o email.

También sorprende que la inteligencia no lea los periódicos. No apenas los locales con sus chismes alrededor de La Habana, sino los internacionales sobre Snowden o Assange. Después de Wikileaks y de la NSA, es increíble que alguien crea que los negociadores crean que pueden confiar en el celular o en los emails. ¡Y estando en Cuba, por Dios!

Lo segundo que sorprende es que creamos lo del “periodismo de investigación”. Que un reportero mal pagado y con una grabadora de bolsillo, “durante 15 meses” averigüe lo que la Fiscalía, el Ministerio y los servicios de contrainteligencia ni siquiera sospechaban, es algo que merece explicación. La explicación, creo yo, es la Embajada, porque el riesgo de error es demasiado grande, porque es la única fuente segura y porque, desde los “narco-casetes”, es la Embajada quien jalona “nuestra” agenda informativa.

Lo tercero que sorprende es que las Farc protesten porque su delegación “también está chuzada”. Es lo que hace y debe hacer cualquier gobierno que se sienta a dialogar mientras prosigue la guerra: para eso se creó la inteligencia militar –y ojalá que nuestros negociadores sepan lo que piensa la guerrilla.

Sorprende –o debería sorprender– que el presidente y el fiscal confundan la inteligencia militar con la policial. Santos primero denunció el espionaje ilegal de civiles y al otro día declaró que “esas operaciones son totalmente lícitas”. El fiscal allanó el “restaurante” (eso sí: sin sorpresa para los interesados) y después afirmó que se había equivocado.

Y es porque no se sabe si estamos en paz o en guerra, si de la Calle o Pinzón habla por el presidente, si el presidente y su ministro responden por los operativos de su inteligencia, si los dos generales que salieron son culpables o chivos expiatorios, si el DAS cambió de domicilio o si los nuevos chuzadores están cumpliendo apenas con su oficio.

Y más que todo sorprende que estemos sorprendidos. Este proceso de paz es lo más importante que ha ocurrido en la historia de las Fuerzas Armadas: porque se trata de hacerle concesiones a su enemigo obsesivo; porque se juega el perdón o la cárcel de los mandos militares por sus actos a lo largo de esta guerra degradada; porque la paz implica reducir el presupuesto y encontrar nuevas funciones.

¿Qué de raro tiene entonces que el Ejército, o un sector del Ejército, o algunos militares hayan estado espiando a los negociadores?

 

Hernando Gómez Buendía *

 

 

 

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