Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Las elecciones no se ganan con razones, se ganan con pasiones.
Las pasiones que eligieron a Iván Duque fueron dos: el odio hacia las Farc, que movió al uribismo, y el miedo a Gustavo Petro, que le sumó al no uribismo.
- El odio hacia las Farc es la razón de ser del uribismo, que ha ganado cuatro de las últimas cinco elecciones presidenciales y ha demostrado ser el único partido organizado y la primera fuerza política en Colombia.
Pero Uribe no habría existido sin las Farc, y por lo tanto Duque viene a ser el último presidente que elegimos por obra y gracia de esa guerrilla absurda y obsoleta.
Por eso Duque ni siquiera esperó a posesionarse, y esta misma semana comenzó su gobierno: comenzó por frenar a la JEP, que es la única conquista de las Farc. Claro que no se trata de “hacer trizas” el Acuerdo, por la bonita razón de que eso no se necesita: el Acuerdo se escribió para incumplirse, o mejor dicho para que las Farc entregaran las armas a cambio de que sus jefes no fueran a la cárcel. Lo demás era carreta.
No hay ni siquiera por qué escandalizarse: las Farc sin armas ni tienen cómo exigir que se respete el Acuerdo, y la mayoría de los colombianos no ven por qué deban cumplirse las promesas hechas por la fuerza a unos “bandidos”.
Esa fue la ingenuidad de De la Calle y esa es la lógica política de Duque: los guerrilleros rasos no tienen que temer (de hecho ya casi todos se fueron a sus casas –aunque también de hecho son muchos los difuntos—), pero los cabecillas tendrán que someterse a penas “proporcionales” y en todo caso los responsables de crímenes atroces (es decir, casi todos) de ninguna manera llegarán al Congreso.
-El miedo a Petro puso el resto de los votos por Duque. La prueba clara es que según todas las encuestas, Fajardo lo habría vencido en la segunda vuelta, o sea que Duque ganó por no tener tantas resistencias como Petro.
Claro que el odio a Uribe jugó a favor de Petro, pero las víctimas directas de Uribe son una minoría, y en todo caso el miedo puede más que el odio por la sencilla razón de que es más útil: el odio se refiere al pasado mientras que el miedo se refiere al futuro.
Más importante aún: las pasiones estorban la razón, pero esto no significa que sean infundadas. Muchos tienen motivos para odiar a las Farc, y otros tienen motivos para odiar a Uribe.
En cambio el miedo es asimétrico: tememos más a lo desconocido que a lo ya conocido, más al futuro incierto (el “salto al vacío”) de escoger a Petro, que al statu quo (o el “pasado imaginario”) de escoger a Duque.
Solo que Petro sigue teniendo la razón, porque los males grandes de Colombia son el reflejo exacto de ese statu quo, o sea del régimen económico y político que Duque viene a atornillar y contra el cual tarde o temprano vendrá un levantamiento “populista”.
En eso –y nada más— han consistido la “transición” y el “posconflicto” en Colombia.
*Director de la revista digital Razón Pública.
