Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Con la nariz no se gobierna

Hernando Gómez Buendía

27 de abril de 2025 - 12:00 a. m.

La pregunta no es si Petro consume drogas. La pregunta es si eso afecta su capacidad para gobernar.

PUBLICIDAD

La carta de Álvaro Leyva repite lo que dijeron Benedetti, María Jimena Duzán y tantos otros desde el comienzo del gobierno. Y sí: es posible que Petro consuma drogas. Es posible que en París se haya ido de fiesta con sus amigos de los años setenta.

Pero ese no es el punto. En una democracia no se trata de psicoanalizar al presidente, sino de juzgar sus actos. Lo privado solo importa cuando afecta lo público. En el caso de Petro, la pregunta es si ha tomado decisiones perjudiciales para el país; y esto nos saca del terreno del rumor —o del odio disfrazado de diagnóstico— y nos devuelve a la política, que es lo único que cuenta en una democracia.

Como no se han presentado testigos presenciales, la gente ha optado por la trampa circular: Petro gobierna mal, luego debe estar drogado. O peor: su forma de hablar, sus pausas, sus gestos… “son de adicto”. Es decir, como no hay pruebas, se decide que cualquier cosa es la prueba.

¿Petro ha sido incoherente? Sí. ¿Ha improvisado? También. ¿Ha confundido al país con silencios, rabietas y contradicciones? Por supuesto. ¿Ha tomado decisiones desastrosas? No lo dudo. Pero eso no lo distingue de otros presidentes, y mucho menos prueba que sea un yonqui. Si ese fuera el criterio, medio Congreso y buena parte de la élite deberían pasar primero por el examen toxicológico.

Es más. Muchos de quienes lo acusan de drogarse también lo acusan de no hacer nada, de dormir en el cargo, de estar ausente o agotado. Es decir, Petro sería al mismo tiempo un consumidor hiperactivo y un presidente dormido. O no entendemos cómo funciona la cocaína, o no entendemos cómo funciona la lógica.

Y si de antecedentes personales se trata, lo que puede reprochársele a Petro no es lo que fume, sino el que haya sido parte del desangre que arrasó a mi país. Esa sí era una razón válida para no votar por él.

Read more!

Debajo de todo esto hay otra adicción: la adicción a destruir al adversario. Desde que Petro llegó al poder, la oposición ha querido deslegitimarlo por cualquier medio: si el plan no sirve, que sea por ignorante; si viaja, por megalómano; si improvisa, por loco; si trina a las tres de la mañana, por drogado.

La verdad incómoda es que Petro no gobierna con la nariz, sino con la cabeza. Y lo malo no es lo que se mete, sino lo que tiene en la cabeza: una ideología cerrada, que lo explica todo, sin matices, sin oír, sin corregir. Eso, más que cualquier sustancia, es lo que ha hecho fracasar su gobierno.

Y si algún día se demuestra que Petro ha consumido cocaína —cosa que por ahora nadie ha demostrado—, la pregunta seguiría siendo la misma: ¿eso lo ha hecho gobernar peor? Porque, en política, el problema no es lo que uno se mete, sino lo que uno le mete al país.

No ad for you

* Director de la revista ‘Razón Pública’.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.