Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Raúl Leoni decía que el Nobel de la Paz debía otorgarse al que inventara la manera de que los generales reciban su comisión sin necesidad de quedarse con las armas.
Y en efecto: un estudio famoso del gobierno americano concluyó que la mitad del valor de los sobornos en el mundo se origina en el sector de la defensa. Según Transparencia Internacional, la industria militar es la segunda más propensa a la corrupción. Esto se debe al carácter “reservado” o secreto de muchos gastos, a la urgencia de adquirir los suministros, a los pocos oferentes y a la complejidad, diversidad y alto valor unitario de los contratos.
La “noticia” de Semana no debería entonces ser noticia. Menos aún cuando se trata de audios que hace al menos un año conocían la Fiscalía y la Comisión de Acusaciones.
Ese sencillo hecho dice todo sobre el poder del dueño de una revista en Colombia: le basta con escoger un expediente de entre los miles que circulan por ahí para cambiar las prioridades del Estado y las preocupaciones nacionales.
Pero eso también muestra la tristeza del Gobierno que tenemos: ni Santos ni Pinzón habían hecho nada cuando la Fiscalía descubrió el entramado. O sea que su oficio no es resolver problemas sino reaccionar a las noticias que se les vayan ocurriendo a los dueños de los medios.
En el mejor de los casos, tenemos un Estado que no se deja ahogar por lo que va pasando. Y así no puede haber futuro ni, en realidad, Estado.
En este caso, el presidente ordena el remezón del mando militar; procurador, fiscal y contralora anuncian cuerpos o unidades especiales, todos repiten lo de una “pronta” investigación “exhaustiva”, el ministro promete reformar (otra vez) el régimen de compras, Uribe culpa a Santos, congresistas y candidatos ofrecen leyes drásticas, y los opinadores proponen teorías sobre “fuerzas oscuras”, divisiones internas del Ejército, jugadas desde Cuba, movidas reeleccionistas, o cualquier otra cosa que suene interesante.
Todo lo cual tiene de bueno que nada serio va a pasar.
Y eso es lo malo. El fundador de la Fundación Buen Gobierno conoce de memoria los estudios sobre corrupción que desde hace decenios y en todos los contextos han mostrado que este mal no se cura con parches ni decretos. Se necesita constancia, una coalición sin políticos corruptos, actuación integrada y diseño inteligente: se necesita Estado.
Así que de todo este revuelo no quedarán sino tres cosas ciertas. Que seguirá la corrupción. Que unos militares pasaron a retiro (y que otros ascendieron). Y que Felipe López sabe cómo ganar plata.
Hernando Gómez Buendía *
