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Washington volvió a descertificar a Colombia. Dice que con Petro la coca llegó a máximos históricos y que el Gobierno “ha fallado demostrablemente”. Pero al mismo tiempo mantiene intacta la cooperación: garrote y zanahoria en un mismo comunicado.
El mensaje es viejo: volver al glifosato. Samper lo aceptó, Uribe lo llevó al extremo con el Plan Colombia, Santos lo suspendió para negociar con las FARC, la Corte lo prohibió en 2015 y Duque quiso fumigar, pero no pudo. Petro cambió la erradicación forzosa por la voluntaria. Los resultados fueron 84 % menos hectáreas erradicadas y 60 % más hectáreas sembradas desde 2022.
El riesgo es que esta vez el tiro salga por la culata: Petro no es Samper. Puede usar el regaño para inflar el nacionalismo y hasta para romper la cooperación. Pero todo es teatro: Washington necesita a Colombia y Colombia necesita a Washington. Los gringos regañan en público y aplauden en privado: 85 % de la inteligencia contra narcos viene de aquí, nuestra Armada incauta dos tercios de la cocaína del mundo, y el mismísimo Petro ha extraditado 400 personas desde 2022.
Petro también es un actor del teatro. Dice que la coca es inocente, que América Latina ha puesto un millón de muertos, que la solución es legalizar. Y suelta bravatas: no más limosnas ni armas gringas, más cooperación policial con Europa. Pero él sabe —y todos sabemos— que sin Estados Unidos no hay seguridad interna, ni crédito, ni futuro económico.
El teatro sostiene dos ficciones. La de Washington: que basta medir hectáreas. La de Bogotá: que las incautaciones son prueba de eficacia. En realidad, la aspersión apenas encarece un insumo barato y desplaza los cultivos a otra región u otro país. Y los decomisos aumentan porque hay más cocaína, no porque la policía sea más eficaz.
El dilema es el mismo de hace treinta años: glifosato con grandes costos sociales o no glifosato con grandes costos internacionales. Cada presidente juega su carta: a Samper le tocó, Pastrana pasó de agache, Uribe fue el súper duro, Santos aflojó, Duque quiso y no pudo, Petro es el súper blando.
El dilema se repite y el teatro también. Lo único que cambia son los presidentes.
* Director de “Razón Pública”.
