Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

El imperio como víctima

Hernando Gómez Buendía

14 de diciembre de 2025 - 12:06 a. m.
"Cuando un país tan desigual como Estados Unidos mira hacia el mundo, el mundo se convierte en metáfora de sus fracturas internas": Hernando Gómez Buendía.
Foto: AFP - NICHOLAS KAMM

Es difícil imaginar algo más raro: la superpotencia que domina los mares, se salta los tratados internacionales, imprime la moneda que acepta todo el mundo, despacha tropas y mete las narices en los cinco continentes, resulta ser la victima explotada, estafada, pisoteada por sus enemigos y utilizada por todos sus aliados. Pero esa es exactamente la narrativa que hoy moviliza a Estados Unidos, la que inspira cada renglón de la “Estrategia de Seguridad Nacional 2025”, publicada en estos días.

PUBLICIDAD

El nuevo discurso oficial —“America First”— repite que Europa no paga lo que debe, China se enriqueció a costa del trabajador estadounidense, la migración es una invasión descarada, la ONU es una conspiración antiamericana, los gobiernos de izquierda son comunistas, América Latina no hace más que dar problemas y el orden liberal fue un arreglo donde todos ganaron menos los gringos.

La paradoja es evidente: un imperio que no se reconoce como tal, sino como víctima de los costos del imperio. Pero la explicación es muy distinta: la política internacional siempre produce ganadores y perdedores internos. Los acuerdos comerciales benefician a unas regiones o actividades económicas y castigan a otros; los despliegues militares generan contratos para ciertas industrias e impuestos para ciertos contribuyentes; las guerras culturales sobre migración y empleo se traducen en reclamos internacionales. Solo que Biden hablaba por los ganadores y Trump habla por los perdedores.

Cuando un país tan desigual como Estados Unidos mira hacia el mundo, el mundo se convierte en metáfora de sus fracturas internas. Y cuando esas fracturas se politizan, la superpotencia puede verse a sí misma como el país engañado por sus socios, arruinado por sus élites y amenazado por invasiones no militares sino sociales. De ahí la eficacia del argumento victimista: reorganiza la rabia doméstica hacia afuera.

Lo mismo ocurre en Colombia, aunque a otra escala. También aquí la política exterior se lee a través de los conflictos internos. Los gremios y la “gente de bien” se rasga las vestiduras ante cada palabra o cada gesto de Petro frente a Washington, por la sencilla razón de que su bienestar depende de la sumisa alineación tradicional con Estados Unidos. Y Petro, por su parte, culpa a los gringos por Gaza, por la droga, por la violencia, por la pobreza, por el daño ambiental y por cuanto mal aqueja —según él— a los de abajo.

Read more!

La lógica es parecida: unos grupos ganan, otros pierden, y la explicación de los fracasos se busca fuera, en élites transnacionales o en la potencia hegemónica. El resultado es un país que no mira al entorno internacional como un espacio de cooperación sino como un espejo de sus propios resentimientos. Y cuando las naciones más poderosas —o las más convulsionadas— se declaran víctimas, lo que está en juego no es el mundo, sino la manera como tratan de explicar sus fracasos.

* Director de Razón Pública.

Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.