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El ingeniero

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Hernando Gómez Buendía
05 de junio de 2022 - 05:30 a. m.
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La gran ventaja de Rodolfo Hernández como candidato es que no deja que le estorben las ideas. Y esto es fácil para él, porque no tiene ideas.

Su ignorancia beatífica y esférica le permite decir estupideces insistentes, que a millones de incautos les suenan sin embargo como música. Por eso tuvo casi seis millones de votos y las encuestas dicen que será presidente.

La estupidez inicial de su campaña fue el anuncio de que él firmaría los cheques del gobierno: así se acabará la corrupción. Cuando los periodistas cayeron en cuenta de que el gobierno firma muchos cheques y de que antes de firmarlos hay que saber por qué, el ingeniero se guardó esta fórmula, pero siguió insistiendo en un remedio mágico contra la corrupción.

El remedio en cuestión es facilísimo: en su gobierno no habrá nadie corrupto.

Si fuera así de fácil: cualquier tendero que contrate un asistente sabe que éste le puede resultar ladrón o convertirse en uno si le dan la ocasión. Pero Rodolfo le ha hecho creer a mucha gente que el sabe de antemano quién es o no es ladrón, o que todos llevamos en la cara un rótulo infalible que declara quién es corrupto y quién no.

La idea es tan infantil que no la creería ni un niño de tres años. ¿Por qué entonces la creen los millones de adultos que votaron o votarán por Hernández? No es porque sean estúpidos, sino porque ellos piensan que cuando dice que no habrá corruptos se refiere a los políticos: nadie que haya sido congresista o haya estado en el gobierno o huela a maquinaria o haya tenido cuotas.

La sorpresa de Hernández es menos sorprendente de lo que parecía. Es fruto de la rabia acumulada contra los políticos que por décadas y de maneras más y más impúdicas han saqueado el fisco por todos los costados. Y es además consecuencia del discurso antipolítico que viene desde Gaitán, y Galán, y la Constituyente del 91 que se inventó para “acabar los vicios de la clase política”, y el referendo de Uribe contra la corrupción en 2003, y la consulta popular en 2018, y el paro nacional del año pasado y los periodistas que han hecho carrera a punta de armar escándalos.

Políticos = Corrupción es el mensaje simple y poderoso que conecta a Rodolfo con el electorado. Y este mensaje le da varias ventajas importantes.

La ventaja de ser un candidato del cambio en un país donde la inmensa mayoría de la gente quiere cambio. El otro cambio posible es el de Petro, pero a juzgar por la primera vuelta el 60 % de la gente le tiene miedo a Petro. La ecuación es sencilla: Cambio + no Petro =Hernández, un cambio que nadie tiene que temer, excepto los corruptos.

Otras ventajas son atacar a Petro por Barreras, Benedetti y Piedad, y no tener o parecer que esté haciendo acuerdos burocráticos para segunda vuelta: el se limita a dar la bienvenida a todos los que estén en contra de la corrupción.

No menos importante es la ventaja de hacer promesas costosísimas y sin necesidad de reforma tributaria: todo se pagará con el dinero que se estaban robando los políticos. Basta decir que la corrupción cuesta 50 billones (o 500, o lo que se necesite) para ofrecer renta básica y atención al campesino y matrícula gratis y rebaja del IVA al 10 %.

La ignorancia tiene la ventaja de poder disparar en cualquier dirección: uno mira en las encuestas si hay más gente en favor del aborto, la adopción gay, la mano dura, el fracking o la embajada en Caracas… y se roba las banderas populares del contrario.

Y la ignorancia tiene otra ventaja electoral enorme: la de ser sincero. Rodolfo cree en las cosas que dice porque jamás se ha complicado con ideas. Esa sinceridad se nota en las entrevistas y en las redes; la gente se enamora.

Por todo eso creo yo que Hernández es el mejor candidato y será el peor presidente que se ha visto en mucho tiempo.

* Director de la revista digital Razón Pública.

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