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A diferencia del resto del mundo, la política en Colombia no es una puja entre izquierda y derecha, sino entre la derecha y la derecha dura.
Eso ha sido así desde hace tiempo, pero se acentuó a partir de 2002. El motivo por supuesto son las Farc, y los protagonistas son Santos y Uribe. Por eso la oposición al primer gobierno Santos no ha venido del Polo sino de su ex-padrino.
También por eso estas elecciones son un conflicto entre “santismo” y “uribismo”; un conflicto confuso porque se ha disfrazado o medio disfrazado.
La confusión comienza porque 4 de los 5 candidatos vienen de “la casa Uribe”: Santos, Zuluaga, Ramírez y Peñalosa son herederos leales o desleales del ex, que han aspirado o aspiran a pelechar a su sombra. La única distinta es López, pero en Colombia la izquierda no importa.
Lo demás son contorsiones. La primera -la más descarada- fue de Santos, que llegó a Presidente por Uribe y ahora es su peor enemigo. Ramírez fue su primera min-Defensa, hoy candidata del partido realmente uribista en sus ideas. Peñalosa es de derecha y quiso ser alcalde por Uribe. Zuluaga fue escogido por Uribe, y es el único que no hace contorsiones: es la derecha dura.
Hoy el dato electoral más importante es la debilidad del Presidente. Pues bien: Santos es presidente por ser malabarista pero su mala imagen es por malabarista. Comenzó su gobierno como el Uribe-Antiuribe, y desde entonces ha tratado de jugar de lado y lado: el de la paz y el de la guerra, de la mermelada y la anti-corrupción, de los pobres y de los ricos. Por eso los bandazos al manejar las crisis: la emergencia invernal, el caos en salud, la reforma de la justicia, el fallo de San Andrés, el paro agrario, la novela de Petro.
La gente se confunde, pero en el fondo concluye dos cosas: que Santos es un ‘voltiarepas’, y que le tiembla el pulso. Los colombianos detestan lo primero, y en lo segundo añoran al papá-Presidente que fue Uribe: estaba hasta en la sopa, y este país de niños-viejos se siente como Edipo. Por eso, Santos es impopular.
También por eso el puesto ha perdido importancia. Después de Uribe, los presidentes no pueden hacer mucho: las Farc están vencidas. Y entre los elegibles no hay mucha diferencia -o diferencias que se puedan creer-. ¿Para qué votar? ¿Por quién votar? De aquí vienen los otros datos “raros” de estas elecciones: la apatía, la abstención, el voto en blanco, la confusión y el poco arrastre de los candidatos.
Ni López ni Ramírez tienen chance. Peñalosa hace guiños contra Santos (¡apoya el paro agrario!) pero es un ‘voltiarepas’. Por eso habrá segunda vuelta. Será por eso entre Santos y Zuluaga es decir, entre Santos y Uribe, entre derecha y derecha más dura.
Ganará Santos por la mermelada. Y porque el reloj de la historia no puede devolverse.
P.S. Sé que he apretado demasiado estas ideas. Por eso el lunes en Razón Pública intento sustentar y elaborar un argumento que tal vez interese a mis amables lectores.
Hernando Gómez Buendía** Director de Razón Pública
