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“Gobernar es simplificar”, Dijo el gran simplificador que fue Ronald Reagan. Y esto es más cierto aun cuando se trata de los asuntos complejos y remotos de la geopolítica mundial.
El neosimplismo comenzó con la idea de que Reagan había puesto fin al imperio soviético y a la Guerra Fría. Fue cuando un intelectual de poca monta proclamó “el fin de la historia” y el triunfo irrevocable de Occidente. La prueba de esta “nueva era” fue la guerra de los Balcanes, cuando Clinton estrenó la intervención “humanitaria” y la OTAN de hecho se extendió hasta ahogar a Rusia en sus fronteras.
Doce años después de la caída de la URSS se produjo, “de pronto”, el 11 de septiembre. Y Bush, un simplón irremediable, se inventó la nueva era de la “guerra contra el terrorismo”, un enredo sin cabeza y sin pies pero capaz de rebotar en todas partes (incluyendo a Colombia).
El terrorismo no es un país, ni una organización, ni una ideología: es una forma de la guerra sucia que usan los débiles o los desesperados; por eso no tiene sentido hablar de guerra contra el terrorismo.
Pero esta palabra sirve para simplificar, para ahorrarse una explicación, porque los “terroristas” son simplemente gentes malas o locas que nos odian: como Al Qaeda odia a los gringos sin razón (como las Farc nos odian sin razón).
Y así un problema tan viejo y tan complejo como la Conferencia de Versalles en 1919, o la de Yalta en 1945, o la cadena de invasiones y dictaduras de bolsillo que con la Guerra Fría fueron envenenando la política de una veintena de países árabes, se redujo primero a Bin Laden, después a Afganistán y luego —por un salto inverosímil— a la invasión de Irak.
Simplismos a montón. Que un anciano escondido era Satán. Que Al Qaeda era la organización terrorista, cuando no es una organización sino una idea, y cuando existen muchos otros grupos terroristas (o yihadistas o islamistas). Que detrás de Bin Laden estaba Afganistán, cuando sus fondos y su apoyo venían de Arabia Saudita y Pakistán, dos aliados cercanos de Estados Unidos. Que Hussein era amigo de Al Qaeda cuando era su enemigo, que tenía armas secretas, que los soldados gringos serían bienvenidos en Irak...
Que el mundo árabe y Europa Oriental están hechos de estados, cuando en realidad la mayoría de ellos fueron inventos de Inglaterra, Francia, Alemania y Rusia, y cuando tribu, etnia y religión son las reales líneas divisorias que los separan, fracturan y revuelven.
Por eso a los dos lados del imperio ruso sigue brotando el hervidero de naciones, de lenguas y de credos que cada día da origen a una crisis y es en efecto una sola crisis duradera.
Y por eso, a seis años de gobierno, Obama está atrapado entre una guerra que no puede declarar en la frontera de Rusia con Europa, otra guerra que no puede ganar en la frontera de Rusia con Asia, y un pueblo que no puede entender que el mundo no es tan simple.
* Director de Razón Pública.
